Elecciones vascas
Joaquim Coll

Joaquim Coll

Historiador

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La inmoralidad de EH Bildu

Tenemos la obligación de subrayar lo contradictorio que resulta alcanzar acuerdos de gobierno con una formación que blanquea con circunloquios y consideraciones sobre “ciclos políticos” una larga etapa de asesinatos y acciones criminales

Otxandiano pide "perdón" a las víctimas pero sigue sin llamar "grupo terrorista" a ETA

El silencio de Bildu sobre ETA da un giro a la campaña vasca

El candidato a lehendakari, Pello Otxandiano, a 4 de abril de 2024, en Vitoria-Gasteiz, Álava, País Vasco (España).

El candidato a lehendakari, Pello Otxandiano, a 4 de abril de 2024, en Vitoria-Gasteiz, Álava, País Vasco (España). / Iñaki Berasaluce - Europa Press

El discurrir de las campañas electorales las carga el diablo. Este domingo muchos se preguntarán si las declaraciones de Pello Otxandiano, calificando a ETA de “grupo armado”, en lugar de "banda terrorista”, y situando su actividad en el marco de un “ciclo político que afortunadamente se ha dejado atrás”, pero que el candidato de EH Bildu se negó a condenar, tendrán alguna repercusión en las urnas. ¿Podrían perder los abertzales, al haber agitado el debate sobre la memoria del terrorismo, la primera posición que parecían tener a su alcance? Nadie lo sabe. Hasta esta última semana, ETA había estado fuera del debate, y puede que la repercusión sea finalmente más mediática que electoral. Pero, más allá de lo que ocurra el domingo, tenemos la obligación de subrayar la inmoralidad de EH Bildu y lo contradictorio que resulta alcanzar acuerdos de gobierno con una formación que blanquea con circunloquios y consideraciones sobre “ciclos políticos” una larga etapa de asesinatos y acciones criminales. ETA nunca debió existir, y menos aún después de 1977.

En 2024, no condenar el terrorismo resulta inaceptable, y no vale con pedir después perdón a las víctimas, como ha hecho Otxandiano, por si sus palabras han ofendido a alguien para dar carpetazo al asunto. ETA fue la causa del sufrimiento de miles de personas, y la única responsable del daño global que su existencia generó, incluyendo el que experimentaron los propios etarras al ser perseguidos por las fuerzas de seguridad y la justicia. Ciertamente, también sus familiares y amigos sufrieron el clima de violencia desatado, pero no fue el Estado el culpable. La trampa de afirmar que en ambos lados hubo víctimas, que fue un conflicto entre dos partes igualmente legítimas, es un relato que maquilla a los terroristas y a sus encubridores. El apoyo social que tuvo durante décadas fue el reflejo de una parte de la sociedad vasca enferma de nacionalismo tribal, perfectamente descrita en novelas como 'Patria' o en películas como 'Maixabel'. Y que todavía EH Bildu se niegue a llamar las cosas por su nombre, el espejo de su inmoralidad. 

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