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La centralidad del PSC

Salvador Illa ha iniciado con buen pie la carrera electoral, pero deberá superar dos obstáculos: la incógnita sobre el coste de la amnistía y las heridas del caso Koldo

Sánchez apuesta por Illa para una Catalunya "unida" y centrada en "reforzar el autogobierno"

Salvador Illa: "Yo no pongo vetos para gobernar"

Pedro Sánchez y Salvador Illa en el cierre del congreso del PSC.

Pedro Sánchez y Salvador Illa en el cierre del congreso del PSC. / MANU MITRU

El congreso ordinario del PSC se ha convertido en extraordinario: la primera gran cita de la precampaña de las elecciones catalanas del 12 de mayo. El giro de guión del no de los Comuns a las cuentas de la Generalitat no sólo ha matado dos pájaros de un tiro al dejar sin presupuestos a Catalunya y a toda España, sino que ha alterado el calendario electoral. El PSC, en este marco, no es un partido de centro –se sitúa en la izquierda socialdemócrata y en el catalanismo federalista–, pero ha recuperado la centralidad en la política catalana y se presenta como la “fuerza tranquila”. Los ascensos de las alcaldesas Lluïsa Moret y Núria Parlon, viceprimera secretaria y portavoz, son los cambios más notables en la ejecutiva.

El partido forjado por Joan Reventós –el 13 de enero se cumplieron veinte años de su muerte– inicia la carrera electoral no sólo encabezando las encuestas sino como vencedor del último ciclo electoral: catalanas del 2021 (23%) y municipales (23,7%) y generales (34,5%) del 2023. El PSC, que había nacido para que los ciudadanos de Catalunya no tuvieran que decidir en el plano identitario, tocó fondo con el ‘procés’ y se ha recuperado en el ‘post-procés’. Primero de la mano de Miquel Iceta, ratificado como presidente del partido, y después de Salvador Illa, que intenta que la “política útil” sustituya el debate divisorio sobre ‘qué somos’ por el debate transversal sobre ‘qué hacemos’.

Illa se sitúa en la senda del tarradellista Romà Planas, su mentor político, que le enseñó que en política, como dijo el ‘president’ Tarradellas, se puede hacer todo menos el ridículo. El “servicio público” y la “excelencia” –después del ‘procés’, las instituciones– es la divisa que esgrime desde su corta victoria en las catalanas de hace tres años que le situó como líder de la oposición, primero frente a un Govern de ERC y JxCat, y después ante el Govern minoritario del ‘president’ Aragonès. “¿Qué quiere decir pasar página”, se ha preguntado en la clausura del congreso, y ha respondido: “Unir y servir a los catalanes”. Los electores decidirán el 12-M si el independentismo sigue siendo mayoritario en escaños o si otorgan al PSC una mayoría sólida para que Illa sea el nuevo ‘president’.

Entre tanto, el cambio de guión provocado por el adelanto de las catalanas tiene su derivada en política española. El año electoral –gallegas, vascas y europeas– incorpora la cita catalana a menos de un mes de los comicios a la Eurocámara. Este era el test que afrontaba el PSOE tras su fracaso en Galicia y que debía servir para evaluar el coste de la ley de amnistía y el grado de erosión por el caso Koldo. Ahora, con las catalanas de por medio, un triunfo del PSC reforzaría la posición de Pedro Sánchez, pero si Salvador Illa no alcanza la presidencia de la Generalitat, su fracaso podría augurar un final abrupto de la legislatura española.

La derivada española de las elecciones catalanas del 12-M se ha reflejado en el congreso: Rodríguez Zapatero participó en la apertura y Sánchez en la clausura. Su diagnóstico –“Catalunya nunca avanzará ni sola ni dividida; avanzará unida”– y su receta: “Reforzar el autogobierno”. Sería deseable que el debate electoral se centrase en los retos que afronta Catalunya, que el futuro de sus ciudadanos no sea un debate instrumental sino central. Illa ha iniciado con buen pie la carrera electoral, pero deberá superar dos obstáculos: la incógnita sobre el coste de la amnistía y las heridas del caso Koldo en las que hurgarán sus adversarios.