Opinión | Polémica

Juli Capella

Juli Capella

Arquitecto

DHub: falsa disyuntiva entre patrimonio y contemporaneidad

Desde el sector del diseño lo queremos todo, colecciones y nuevas miradas cruzadas. Las piezas exhibidas actualmente en el Museu del disseny (DHub) llevaban una década, tiempo más que suficiente para renovarlas

El edificio del Museu del Disseny de Barcelona, en la plaza de las Glòries.

El edificio del Museu del Disseny de Barcelona, en la plaza de las Glòries. / ZOWY VOETEN

Un breve resumen de la aventura. En 1993 siendo Oriol Bohigas concejal de Cultura en el Ayuntamiento de Barcelona, con Maragall de alcalde, barruntó la creación de un nuevo museo. Propuso llamarlo Folch i Torres y que agrupase diversos museos de Barcelona, el de Arts Decoratives, Ceràmica, Tèxtil y Arts Gràfiques. Y además encargó crear una colección de piezas “de diseño”, la primera del Estado español. En ese momento ya hubo un gran revuelo, cada responsable de los diferentes museos vieron peligrar su autonomía. Y si encima se añadía esa modernez del diseño –recordemos lo del 'estudias o diseñas' del momento– aún les daba más miedo. Por tanto, la polémica al respecto, avivada ahora de nuevo, ya viene de lejos. El asunto se quedó a medias, Bohigas dimitió por falta de presupuesto. Posteriormente, Ferran Mascarell encargó un proyecto donde participó mucha gente del sector, coordinado por un gestor cultural. Marta Montmany, directora del Museu d'Arts Decoratives, fue a su vez la primera directora del embrionario nuevo museo, en el Palau de Pedralbes, haciendo una excelente labor iniciática. 

El FAD, con la celebración del Any del Disseny en 2003, había elevado una demanda a los políticos para rubricar la capitalidad barcelonesa en diseño urgiendo este equipamiento. El Ayuntamiento recogió el guante; a la Generalitat, aún se la espera; y el Estado, en vez de apoyarlo como museo estatal, se puso a preparar el suyo. En 2006 se incorporó Ramon Prat como comisario general, en realidad como nuevo ideólogo, y es quien crea el concepto de DHub con rotunda ambición vanguardista e internacional. Fue aplaudido por el mundo del diseño y a la vez recibido con polémica por patrimonialistas, anticuarios y académicos. En 2012 decidió dimitir; en realidad, fue invitado a hacerlo. Su proyecto resultaba demasiado excéntrico para la nueva alcaldía de Xavier Trias. Y se nombra directora a Pilar Vélez, directora del Museu Frederic Marès, historiadora del arte, quien dos años más tarde inauguraría el edificio diseñado por Bohigas, la grapadora. Tras su nombramiento también hubo polémica, pero al revés. El mundo del diseño y la creación no entendía que alguien especialista en el siglo XIX liderase un museo dedicado al diseño en pleno siglo XXI. También hubo conato de firma de cartas, pero con mucho 'seny' se decidió esperar a ver cuál era su proyecto, y no deslucir, con una polémica apriorística, una inauguración largamente deseada por el colectivo del diseño. 

Pilar Vélez hizo un buen trabajo, sacó adelante el museo en el complejo edificio –¡de ininteligible nomenclatura!– con una programación cualificada, principalmente patrimonialista, con guiños interesantes hacia el diseño contemporáneo. Aunque decidiese, de forma discutible, no hacer exposiciones de creadores vivos y apenas proyectarse internacionalmente o experimentar. Después de 11 años al mando, tras su jubilación, se convocó por primera vez un concurso con un proyecto. Lo ganó José Luis de Vicente, reputado profesional, como Vélez, pero especialista en el siglo XXI. Es decir, interesado por la cultura contemporánea, más que por la historia. Y ha vuelto una furibunda polémica, como si fuese a quemar muebles, trajes, vasijas y carteles. Simplemente, su programa, con el que fue elegido por un jurado reputado, no a dedo, pone el foco en otra lectura de lo material, y añade lo inmaterial, digital, tan propio de nuestro momento actual e igual de patrimonial. Los que se quejan ahora proponen una disyuntiva falaz. Desde el sector del diseño lo queremos todo, colecciones y nuevas miradas cruzadas. Las piezas exhibidas actualmente llevaban una década, tiempo más que suficiente para renovarlas.

El talento de Olga Subirós seguro las pondrá en valor, pero será otro, claro. Para promover su rico patrimonio este museo debería abrir sus depósitos para que fuesen visitables de forma fácil. Si desde su fundación la programación ha sido patrimonialista e historicista, ahora sería razonable y sano tener otra lectura. Lo importante es que ambas, y la que venga después, sean de alta calidad. Diversos puntos de vista sobre el patrimonio más allá de lo icónico. Démosle también confianza antes de juzgar. Si el péndulo gira, es que está vivo. 

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