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Josep Maria Fonalleras
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La broma colosal

'Confeti' no es una historia sobre Xavier Cugat ni una biografía del músico, del mentiroso que se acababa creyendo las mentiras que sustentaban la ilusión de felicidad. Es justamente un elogio de la ficción entendida como mentira

Jordi Puntí, Premi Sant Jordi gracias al inmortal músico y fabulador Xavier Cugat

Adelanto de 'Confeti', la nueva novela de Jordi Puntí, Premi Sant Jordi

Permi Sant Jordi para Puntí. El escritor Jordi Punti obtiene el prestigioso galardón de Òmnium Cultural con la novela 'Confeti', una "antibiografía" de Xavier Cugat.

Permi Sant Jordi para Puntí. El escritor Jordi Punti obtiene el prestigioso galardón de Òmnium Cultural con la novela 'Confeti', una "antibiografía" de Xavier Cugat. / ANA PUIT

En la calle del Sac, en Girona, hay una placa que informa que, en una de las casas, el primer día del año 1900, nació Xavier Cugat. Ahora, este es un espacio amable, apartado del ruido turístico de la ciudad, junto a la plaza del Oli, muy cerca también de una de esas escalinatas que todo el mundo visita porque rodaron allí 'Juego de tronos'. Sin embargo, hace 124 años, el pasaje estrecho y la casa debían de ser bastante sombríos, en una Girona húmeda y fría. De aquella escondida ciudad provinciana al calor antillano de Cuba y, posteriormente, al estallido de una urbe como Nueva York, que ya despuntaba como ineludible referencia cultural, había un largo camino vital y no solo una notable distancia geográfica. El destino, más o menos azaroso, probablemente empeñado en ejercer de narrador que desea escribir una historia cerrada, nos ofreció una clausura magnífica: el funeral de Xavier Cugat en la iglesia del Carme, muy cerca de la calle del Sac. Luego, lo enterraron en el cementerio de la ciudad donde había nacido, con una lápida gris que contiene una leyenda con letra caligrafiada que dice: “Cugat que vivió”. Corría el año 1990. Cugat no había podido completar el más que probable deseo de vivir, entero, un siglo, hasta el 31 de diciembre de 1999.

Este es, de hecho, el objetivo final de la novela de Jordi Puntí que ganó el premio Sant Jordi. Imaginar. Imaginar sobre la imaginación y, en última instancia, no solo escribir una fábula sobre el imperio de ficción de la vida de Cugat, sino también (y quizás con más ímpetu) sobre cómo podría haber sido su muerte si se hubiera muerto con el siglo. Aunque lo parezca, 'Confeti' no es una historia sobre Cugat ni, mucho menos, una biografía del músico, del artista, del mentiroso que se acababa creyendo las mentiras que sustentaban la ilusión de felicidad. Es justamente un elogio de la ficción entendida como mentira, que ennoblece a quien la formula como engaño y hace más sabio a quien se deja engañar. Lo decía Gorgias hace más de veinticinco siglos al hablar de la tragedia. "Una entelequia. Un giro de la imaginación, si así os parece. Una novela. Una broma", dice el narrador que utiliza Puntí como contrapunto narrativo de la "antibiografía" de Cugat. La broma colosal que ha confeccionado el novelista (a partir de un trabajo exhaustivo, innegable, constante desde hace años, sobre las idas y venidas del director de orquesta) es que no ha escrito sobre la vida (más o menos ficticia) de Cugat, sino sobre su más o menos ficticia e hipotética muerte. De hecho, como se lee en la novela, "una disputa entre fabulaciones; ganas de engañar al tiempo, cada uno de la manera que más le convenía". De la narración circular que el destino había esbozado y que comienza y debería acabar con el siglo, pasamos a un relato de confluencias, yuxtaposiciones y mistificaciones, de juegos de espejos. "El tiempo también se ha convertido en una ficción", leemos. Una ficción con y contra la muerte. El dilema de siempre entre el tormento por todo lo que perdemos y el gozo que evoca el confeti que se esparció una noche, en la fiesta.

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