Señal de duelo

Guardando un ratito de silencio

Si dentro de unos años hasta los habituales 10 segundos nos parecen demasiados para permanecer en actitud respetuosa, podemos reducirlos a cinco sin que nada suceda

Decenas de personas se suman al minuto de silencio en Campanar

Decenas de personas se suman al minuto de silencio en Campanar / Saray Fajardo

Albert Soler

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Los minutos ya no tienen 60 segundos, al menos los minutos de silencio. Lo vengo observando en cada ocasión luctuosa, la última ha sido a raíz del incendio de Valencia, cuando en los estadios de fútbol se guardó silencio el tiempo justo para ahogar un bostezo, y eso que en tales lugares la costumbre es que el reloj se pare, por lo menos cuando necesita marcar el Madrid. Sucede también en las plazas públicas o ante los edificios oficiales, cuando a causa de cualquier asesinato o catástrofe se guardan unos segunditos de silencio, como si hubiera prisa para acabar con ese engorro, el muerto al hoyo y el vivo al bollo, hala, sigamos con lo que estábamos haciendo, que con esas monsergas terminaremos tarde la jornada. El problema es que cambiar la denominación a estas alturas y empezar a llamarlo “diez segundos de silencio” no es fácil, queda poco solemne aunque sea solo ese el rato que la gente está dispuesta a rendir homenaje a los fallecidos.

-Vamos a salir todos a la calle para guardar 10 segundos de silencio en honor de los fallecidos en Valencia.

Eso sería un llamamiento poco formal, a pesar de su innegable sinceridad. Propongo llamarlo “ratito de silencio”, que es algo que no compromete a nada, y así, si dentro de unos años hasta los habituales 10 segundos nos parecen demasiados para permanecer en actitud respetuosa, podemos reducirlos a cinco sin que nada suceda, ya que “ratito de silencio” sirve igual para diez que para cinco. Incluso para 12, en los casos en que el funesto suceso nos afecte sobremanera, por encontrarse un primogénito o un cónyuge entre los fallecidos. Además, la palabra “ratito” puede significar hasta una hora, eso es así para los funcionarios a la hora del almuerzo, con lo que, por lo menos para quien haya tenido que hacer alguna vez una gestión, es una expresión triste y luctuosa.

Tal vez, en una época lejana, el minuto de silencio duraba sesenta segundos, no lo sé, nadie lo recuerda, antes la gente era muy rara. Hoy, un minuto es demasiado lapso para dedicarlo a unos muertos que en realidad nos importan un bledo, de ahí que se haya ido reduciendo. En Catalunya, donde es tradición guardar ese silencio fúnebre a los acordes del 'El cant dels Ocells', de Pau Casals, no da ni para escuchar tres notas, a la cuarta se terminan el silencio y el concierto y cada cual sigue con lo que estaba haciendo 10 segundos antes. La verdad es que da igual, 'El Cant dels Ocells' es una canción de cuna, solo a los catalanes se nos ocurre escuchar una nana cada vez que hay que honrar a un muerto, como si no hubiera réquiems en la historia de la música. Tanto se ha abusado de 'El Cant dels Ocells' como himno mortuorio, que ya ha perdido su función original; normal, a ver quién es el guapo que para dormir a su bebé le pone una tétrica pieza que se usa en funerales, entierros, velatorios y minutos, digo ratitos, de silencio. Con lo que amaba la vida el pobre Casals, va a terminar tan asociado a la muerte como Martí i Pol, el poeta de los recordatorios funerarios (si hay algo peor que morirse, es que los familiares te pongan en el recordatorio unos versos de Martí i Pol).

Lo malo de los ratitos de silencio, aunque sean de 10 segundos, es que no basta con estar callado, uno debe componer un rictus respetuoso. Si valiera con permanecer callado, los minutos de silencio podrían durar 30 minutos sin problema, mirando el móvil y mandando mensajes pasa el tiempo que no se da uno cuenta. Pero tener que levantarse -porque encima hay que estar de pie- y simular que uno está triste, eso no hay quien lo aguante más allá de cinco segundos; llegar a 10 es ya un esfuerzo sobrehumano. Dejémoslo en un ratito de silencio y va que chuta, cuando menos en el fútbol.

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