Análisis

El campo y la nueva agricultura del futuro

Las inversiones necesarias para las explotaciones modernas en Europa obligan a una revolución agraria en la que las grandes empresas tienen las de ganar

Instalaciones de Duijvestijn Tomaten para la producción agrícola hipertecnificada.

Instalaciones de Duijvestijn Tomaten para la producción agrícola hipertecnificada. / Duijvestijn Tomaten

Eduardo López Alonso

Eduardo López Alonso

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El campo se configura como el gran negocio de este siglo. Existe coincidencia entre los grandes inversores, aunque la percepción de los agricultores movilizados estos días es muy distinta. Para que ese futuro se cumpla se esperan revoluciones de todo tipo y crisis como las de siempre. El campo está llamado a ser el negocio de las grandes empresas. Es lo que piensan en privado los profesionales del sector y las grandes firmas de análisis de inversiones a medio plazo. Cierto que la propiedad de tierras ha sido en los últimos años menos rentable que la inversión inmobiliaria, pero algunos foros empiezan a pensar que las burbujas llegarán también al campo. Y lo que es seguro es que tiene que llegar una nueva forma de producción de alimentos, acorde al incremento de la población.

El ejemplo de esta revolución en ciernes es ya bien conocido por los profesionales del sector. Holanda hace ya muchos años que dispone de una capacidad productiva y métodos probados que tímidamente llegan también a las explotaciones del resto de Europa. Los invernaderos de precisión van a extenderse hasta el horizonte y más allá. Como las tomateras holandesas, que llegarán a 14 metros de altura y producirán unos 33 racimos de tomates, las nuevas explotaciones incorporarán tecnologías punteras solo al alcance de grandes empresas y fondos de inversión. 

Inversiones en juego

Si el lector quiere conocer un ejemplo de esa agricultura que viene puede ver las instalaciones de Duijvestijn Tomates. Una cadena agroalimentaria catalana, el grupo Ametller, también quiere impulsar un parque agroalimentario inspirado en este tipo de producciones altamente tecnificadas. Una inversión de 180 millones de euros está en juego, pero sigue frenada por jaleos burocráticos, lentitud en las subvenciones y los obstáculos derivados de la temible sequía actual. Pero es el camino, macroinversión e integración vertical.

El campo español y catalán protesta por la burocracia, pero es precisamente el campo el que gestiona la mayor parte del presupuesto comunitario (una tercera parte) y es necesario que quien goza de ayudas justifique sus ingresos, sus gastos y sus procedimientos. Y eso es complicado, no al alcance de un autónomo generalmente. En este marco coyuntural no tiene sentido económico el agricultor aficionado. Ni siquiera las cooperativas locales están en condiciones de seguir el ritmo de los tiempos ni de esa nueva agricultura de precisión basada en invernaderos, con calefacción en invierno y gota a gota milagrosa en verano. Previsión de mercados e inteligencia artificial. Y burocracia y control público. Las granjas verticales de AeroFarms, con cultivos hidropónicos (sin tierra) en un ambiente interior hiper-controlado son otro ejemplo. Emplean teledetección, ciencia de datos, herramientas de visión artificial e Inteligencia Artificial para cultivar "con 390 veces mayor productividad, un 95% menos de agua y cero pesticidas.

Organizaciones de productores

Las denominadas Organizaciones de Productores son todavía relativamente pequeñas en España si se comparan con las del resto de Europa. Pero son la pretendida garantía de que aquello que se plante tendrá salida en el mercado a los precios óptimos para el productor y el consumidor (eso último es fundamental). Pero el ministro de Agricultura, Luis Planas, suele recordar que el concepto alimento barato es en sí mismo un oxímoron, que los alimentos tienden a encarecerse ante la necesidad de retribuir bien a agricultores, ganaderos o pescadores.

El presidente de Mercabarna, Jordi Valls, también admite que el precio de los alimentos tiende a aumentar, aunque recuerda que ha reducido su peso de manera importante en términos de porcentaje de gasto de las familias, por lo que existe el convencimiento entre muchos expertos de que ese porcentaje aumente en los próximos años. Así, la idea es que el negocio de la alimentación va a más para esos grandes grupos inversores. Y la tecnología va a ser protagonista en la agricultura de este siglo. Serán accesibles en breve servicios satelitales de control de de tierras y las capacidades de programación y explotación van a mejorar. 

Empresarios más que agricultores

El agricultor del futuro llevará más mocasines que alpargatas. Los ingenieros prevalecerán sobre el trabajador del campo del pasado, aquel de manos curtidas y ásperas. Ya actualmente el perfil profesional del agricultor va mucho más allá de lo que describen las estadísticas de la renta agraria. El dueño de la tierra regenta explotaciones con gastos elevados e inversiones que deben afrontar el reto meteorológico, las plagas y los riesgos de ladrones atentos a la cosecha inminente. El precio de los tractores, entre 100.000 y 300.000 euros, es solo una anécdota de ese agricultor adinerado pero con activo de difícil transmisión, poca liquidez y grandes responsabilidades. La integración vertical es una salida, vender directamente al consumidor, pero eso no es una solución a las necesidades de la población europea para el final del siglo.

Rentabilidad para el inversor

La consultora CBRE ha publicado reiteradamente diversos análisis, sin duda interesados pero clarividentes, sobre la importancia del 'agrobusiness' y su creciente atractivo. De sus informes se deduce que el romanticismo del silencio campestre deja paso cada vez más a un capitalismo estándar no urbano. "Se están ejecutando operaciones de 'buy and leaseback', con rendimientos esperados del 4,5% al 6%, la adquisición de tierras para que sean operadas por un tercero experimentado, ofreciendo rendimientos entre el 8% y el 12% y, por último, adquisición de empresas del sector de la alimentación o participaciones con rendimientos superiores al 12%", explica Daniel Castello, consultor senior de valoraciones de CBRE en uno de esos análisis de consultor experto. En España, las estadísticas detectan la intensificación de cultivos tradicionales como el almendro y el olivo, y sigue la tendencia de crecimiento de la superficie dedicada a aguacate, con un crecimiento del 40% en cinco años, pistacho, nueces y avellanos con un crecimiento del 158% de superficie en los últimos cinco años. Adicionalmente, cultivos tropicales y los denominados 'berries' (fresas, arándanos, moras, frambuesas, etc..) también aumentan su superficie cultivada, precisamente en zonas de tensión hídrica.

Otro informe, el de Cocampo sobre la estructura del suelo rústico en España, destaca que en la actualidad, el 93,8% de los propietarios de explotaciones agrícolas en España son personas físicas y el 6,2% personas jurídicas (sociedades mercantiles, cooperativas de producción y entidades públicas). En opìnión de Regino Coca, fundador y CEO de Cocampo, "en la próxima década, la propiedad de la tierra experimentará una reconfiguración significativa, en la que coexistirán unas pocas grandes corporaciones con agricultores, ganaderos, y propietarios de fincas de recreo o turísticas. Los primeros estarán especializados en determinadas producciones agrícolas, ganaderas y de sostenibilidad, como las energías renovables o la captura de CO2. Estas grandes corporaciones concentrarán tierra para tener explotaciones (“fábricas de comida”) más grandes y con mayores economías de escala. Los segundos llevarán a cabo explotaciones pseudoartesanales, que se caracterizarán por tener una marca personal y precios altos. Cada vez son más los consumidores concienciados con la producción ecológica, así como con el origen de los productos. Aquellos con estas preferencias de alimentación estarán dispuestos a pagarlos".

Controles arancelarios y ley de la cadena alimentaria, las soluciones

La Política Agrícola Común europea pretende promover unos ingresos justos para el agricultor, incrementar la competitividad, balancear la cadena alimentaria, actuar sobre el cambio climático, una mayor preocupación por el medioambiente mediante la implementación de áreas de biodiversidad, proteger la calidad de los alimentos, recuperar las áreas rurales y promover el relevo generacional. Pero todo ello requiere mejoras de productividad y precios controlados. El futuro será distinto que el que puedan defender productores bio de proximidad. La preservación de la autonomía alimentaria europea pasa por incrementar progresivamente los aranceles y gestionar mejor las relaciones entre productores y distribuidores. Y la defensa del medioambiente y la salud. Es por ello que es la ley de la cadena alimentaria la clave de la transición con exigencias distintas según el tamaño de cada actor agrario. Pero sin controles y sin supervisión pública será difícil que el sector primario no pase a ser una jungla incontrolable, sin estabilidad y adaptabilidad al entorno, necesarias en un sector en el que los más beneficiados del crecimiento futuro no serán precisamente los pequeños.