La taxista Auri y el machismo banal

Auri es una taxista con 15 años de profesión en Barcelona. Hace una semana denunció a un cliente que se masturbó durante una carrera. Auri tuvo que acudir a los medios porque los protocolos de la policía municipal no fueron suficientemente diligentes. Gisela Macedo, una de las periodistas del prometedor equipo de información municipal que dirige en el diario Txell M. Pauné, ha hecho lo que corresponde y ha entrevistado a otras taxistas de la ciudad condal. Lo que le han contado es vergonzoso para el género masculino. Que un tipo se masturbe en el asiento trasero de un taxi o que pretenda magrear a la conductora es indicativo de una determinada manera de entender la masculinidad que ya es en sí misma una vejación y que inicia la espiral que acaba en los abusos y en las violaciones.

Ese 44% de jóvenes que considera que los hombres sufren una excesiva presión feminista deberían leer el reportaje de Macedo y las autoridades organizar charlas con las taxistas para explicar cómo se comportan ciertos hombres cuando sienten la impunidad del interior de un coche. Convertir el feminismo en una ideología es un error porque estamos ante una cuestión de defensa de los derechos humanos. Pero la respuesta no puede ser en ningún caso el negacionismo de esos encuestados. Hay un problema y lo tiene específicamente el colectivo masculino que demasiadas veces calla o ríe las gracias cuando el masturbador del taxi de turno cuenta su hazaña en el lavabo de chicos.

Testimonios como los de las taxistas deberían hacer reflexionar a padres, profesores y autoridades sobre cómo y por qué ese machismo banal subsiste a una educación aparentemente no sexista, a una escuela inclusiva y a unas campañas de publicidad multimillonarias. Solo se explica porque algunos hombres siguen sintiéndose protegidos por una aura de impunidad a pesar de que en las encuestas digan lo contrario. Claro que el encuestador es el mismo que dice que gana Pedro Sánchez. 

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