La necesidad de normalizar la vida judicial

El presidente del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), Vicente Guilarte.

El presidente del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), Vicente Guilarte. / EP

Albert Sáez

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Nos consta que a la mayoría de los jueces no les gusta el tipo de protagonismo que tienen en la vida política española en las últimas décadas. Desde los tiempos de los jueces estrella, uno por trinchera política, cierta prensa los utiliza como arma arrojadiza contra los gobiernos de turno. A los protagonistas les puede llegar a beneficiar, pero al conjunto de la carrera le sirve de bien poco. Juegan con el prestigio de todos, para obtener un beneficio personal. Mientras, van pasando los años y la planta judicial sigue anquilosada, los delincuentes siguen teniendo muchas veces más medios que quienes les tienen que juzgar y cada vez cuesta más atraer y retener talento en uno de los tres poderes fundamentales de la democracia.

No se corresponde a la realidad ninguno de los tópicos que circulan sobre la judicatura: ni son la sectorial de uno u otro partido político como aseguran los independentistas o algunos miembros del Gobierno, ni son los guardianes de las esencias de la nación como pretenden algunos sectors mediáticos. Lo que les falta a los jueces españoles es tener un órgano de gobierno eficiente como ha exigido esta semana a PP y PSOE la Comisión Europea. Lo que les falta a los jueces españoles es que las instancias de casación no revoquen decisiones en primera instancia que, finalmente, son reestablecidas por los tribunales europeos. Lo que necesitamos es hablar de los jueces por lo que hacen y no por lo que son.

La realidad es que la mayoría de los jueces hacen un callado y abnegado trabajo aplicando un esfuerzo superior a los medios de que disponen. Y el drama, en todo caso, es que los que acaban progresando en la carrera en los niveles donde no solo cuentan los méritos no son los que más y mejor han trabajado sino los que se han sabido mover en los órganos de gobierno copados por las asociaciones y los partidos, los partidos y las asociaciones. Que la clase política no se coopte por méritos es grave, pero esto es aún mucho peor.

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