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La marihuana, souvenir en Barcelona

Tienda de productos relacionados con el cannabis en Sagrada Família.

Tienda de productos relacionados con el cannabis en Sagrada Família. / Ferran Nadeu

Gemma Martínez

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De Ciutat Vella a la Sagrada Família. Las tiendas de productos cannábicos se extienden por Barcelona a la velocidad de la luz. En teoría solo venden derivados del cannabis que carecen de efectos psicoactivos y cuya popularidad se disparó en la España de la pandemia y del confinamiento. El final de la era del covid y la vuelta de la libertad de movimientos reorientó estos locales hacia el turismo. Pudieron hacerlo gracias a una de las múltiples e hirientes grietas de la legislación comercial de la ciudad. Como vendedores de derivados de plantas (marihuana), se valieron de licencias de floristerías, una actividad para la que no hay restricciones, quedándose con locales que habían cerrado por el coronavirus y pagando rentas de alquiler prohibitivas para el comercio de barrio. Llegan a pagar 8.000 euros al mes por espacios minúsculos. 

Hoy basta entrar en cualquiera de las 250 falsas floristerías para descubrir un sinfín de aceites, cremas, bebidas y dulces a base de cannabidiol, como los chupachups Cannabis Space Pop. Los dependientes publicitan sus poderes calmantes, gracias al azúcar y al aceite de cannabis, entre un público mayoritariamente foráneo

El boom del consumo ha atraído a actores como The Cannabis Shop by Hemp Brothers, una cadena de franquicias propiedad de dos socios que llevan décadas en el mundo del cáñamo. Los locales, como el abierto en la calle Provença -frente al templo de Gaudí-, tienen entre 10 y 30 metros cuadrados. Instan a realizar una inversión de 15.000 euros a cada franquiciado, que puede esperar unos ingresos anuales de 700.000 euros, con una rentabilidad antes de impuestos de hasta un 40%. La cadena tiene 9 locales en Barcelona. 

La proliferación de estos comercios obliga al Ayuntamiento a actualizar las ordenanzas municipales, que deben contar con una regulación específica para las tiendas cannábicas, mucho más restrictiva que la de las falsas floristerías que tan poco bien hacen a la imagen de la ciudad. 

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