La hoguera

La guerra de los muñecos

Editorial | Discurso o delito de odio

El PSOE denuncia ante la Fiscalía el apaleamiento del muñeco de Sánchez: "Es incitación al magnicidio"

Acte de la ultradreta davant Ferraz, l’1 de gener, amb el ninot de Pedro Sánchez. | DIEGO RADAMÉS / EUROPA PRESS

Acte de la ultradreta davant Ferraz, l’1 de gener, amb el ninot de Pedro Sánchez. | DIEGO RADAMÉS / EUROPA PRESS / IVÁN GIL JUAN RUIZ SiERRA

Juan Soto Ivars

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Pegarle a un muñeco de Sánchez es delito de odio, nos dicen. Las Fallas de Valencia deben ser entonces un festival de lo chungo a un paso de la quema de herejes. Y las muñecas hinchables, violación, ¿es que alguien les pregunta? Y el rey Baltasar con la cara tiznada, racismo, claro. Y una canción, violencia simbólica. Y un chiste, agresión. Y así con todo: lo irreal, lo ficticio, como cosa grave y necesitada de acción judicial. Y mientras tanto, lo fáctico como intrascendencia: a los líderes del 'procés' no hay que juzgarlos. Y la palabra dada como vapor: el presidente no miente.

Me da por pensar que cuando damos tanta importancia al apaleamiento de un muñeco somos muñecos nosotros: obedientes a los hilos invisibles del poder, que espera que nos comportemos de cierta forma ante un estímulo o discreto tirón del hilito, y que constata que nos movemos al compás y se hace dueño de nosotros. La soberanía del individuo termina donde empieza la manipulación que no se discute, que no molesta, que se defiende como si la idea injertada por la necesidad política de otro se nos hubiera ocurrido a nosotros mismos. Un vertido tóxico disfrazado de manantial.

Ha dicho Juan Lobato, preocupado por el pimpampum al muñeco-piñata de Sánchez, que en algún momento esta violencia simbólica se irá de madre y alguien recibirá un bofetón por la calle. Parece olvidar que esos bofetones, empujones, pedradas y demás ya los hemos visto, recientemente, por parte de los seguidores más hiperventilados de los partidos que apoyan su gobierno. Se ha atacado físicamente en tenderetes de partidos políticos de derechas, en los últimos años, un buen puñado de veces. Se han derribado carpas de propaganda, se han hecho escraches y se ha llegado a las manos en alguna ocasión. A quienes entonces denunciábamos el hecho, se nos tildaba de fantasiosos, de exagerados. No pasaba nada, porque no le pasaba a quien importa.

Lo más alucinante de España es que en Euskadi, con escolta, tenían que ir las víctimas y no los criminales. Puede que ahora la espiral violenta siga creciendo o que se detenga. Yo preferiría lo segundo. Pero, por más aspavientos que haga el poder, a mí no me van a convencer de que la caricatura del poderoso o el apaleamiento de un muñeco con su efigie es más importante que hacer lo contrario de lo que prometiste y tildar de ficción lo que todos recordamos. Por ejemplo, 2017.

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