Guerra en Ucrania

Editorial

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La UE frena la euforia de Putin

A pesar de las muestras de cansancio, es necesario que Occidente mantenga su compromiso con Ucrania

Viktor Orbán, el amigo "estratégico" de Putin que lleva más de una década desafiando a la UE

Orbán veta la ayuda de 50.000 millones a Ucrania y obliga a la UE a posponer la decisión a 2024

El primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, y el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, este miércoles en Bruselas.

El primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, y el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, este miércoles en Bruselas. / DARIO PIGNATELLI / CONSEJO EUROPEO / DPA

La negativa del Partido Republicano a aprobar una nueva remesa de ayuda militar a Ucrania por 61.000 millones de dólares y el voto en contra del primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, para que la Unión Europea incluya en el presupuesto una partida de ayuda financiera al Gobierno de Kiev de 50.000 millones de euros, permitieron al presidente de Rusia, Vladímir Putin, presentarse el jueves jactanciosamente ante la prensa internacional como alguien que controla la situación. Aunque la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, sostuvo este viernes que los europeos darán con la fórmula para superar el veto húngaro y la Casa Blanca cree que caben atajos para neutralizar la oposición republicana, lo cierto es que hay voces que flaquean entre los principales aliados de Volodímir Zelenski debido al elevadísimo coste de la guerra, la fallida contraofensiva de primavera y verano y el estancamiento de los frentes.

Es cierto que Rusia no contabiliza avance significativo alguno desde las primeras fases de la invasión. También lo es que las ofensivas ucranianas de 2023 tampoco han logrado sus objetivos. Y Putin parece dispuesto a correr una carrera de fondo en la confianza de que solo él estará dispuesto a seguir sacrificando recursos humanos y materiales indefinidamente. Ni siquiera la decisión de la UE de entablar negociaciones para la adhesión de Ucrania daña de momento la imagen construida por el presidente ruso: el proceso que ahora se abre se prolongará años y la guerra hace imposible que Ucrania pueda afrontar las reformas necesarias -estructurales y legislativas, en el funcionamiento de las instituciones y en la economía- mientras no callen las armas. El acuerdo de abrir conversaciones, adoptado el jueves con la ausencia de Hungría, es un punto de partida muy importante y una muestra de compromiso europeo con Ucrania, pero no es un factor de cambio en la suerte de la guerra.

A pesar de algunas muestras de cansancio por la duración de la crisis, es preciso que Occidente mantenga el esfuerzo que evitó que Ucrania sucumbiera ante las embestidas rusas. Ni que sea para lograr una situación de equilibrio que impida la victoria del invasor y le fuerce, quizá, a transigir con un alto el fuego. La capacidad de resistencia de la economía rusa ha sido superior a la prevista en principio para afrontar las sanciones, los desajustes en las exportaciones de petróleo y gas, que el Kremlin ha logrado minimizar en parte, y el bloqueo de activos financieros. Pero es una incógnita saber cuál es el impacto real en el PIB de ese entorno limitativo más allá de las cifras oficiales que facilita Moscú, de dudosa solvencia; no hay forma de aventurar el impacto de medidas más enérgicas, como la incautación de fondos rusos en el exterior, ni en qué momento la guerra será una carga demasiado pesada. 

Mientras, mirando hacia su interior, los socios europeos quizá deben empezar a plantearse hasta qué punto el funcionamiento de la UE debe seguir estando condicionado por un país con un modesto peso demográfico y económico, que ingresó en 2004 y que se ha beneficiado de toda clase de ayudas. La regla de la unanimidad debilita a los Veintisiete cada vez que Orbán se comporta más como un aliado de Putin que como un socio leal.