Corte burgués y selecto

Passeig de Gràcia, la columna vertebral

Gracias y desgracias del paseo que cumple dos siglos de agitada transformación

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La Pedrera y Passeig de Gracia

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Juli Capella

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Era un camino romano, unía Barcino con el Vallès atravesando Collserola. Una ruta natural mar-montaña. Lo más curioso es que no fue calle hasta 1827. Y no estuvo edificada hasta principios del siglo XX. Barcelona vivía confinada dentro de las murallas, lo que provocó diversas epidemias. Estaba prohibido edificar en un radio de 1.250 metros, el alcance de una bala de cañón, por motivos militares. La díscola ciudad estaba firmemente vigilada desde la revuelta de 1714. Saliendo por el Portal de l’Àngel, se podía seguir el camino hacia la villa de Gràcia a través del camino de Jesús, pues conectaba con un convento franciscano, ubicado a la altura de la actual calle de Aragó. Todo el itinerario estaba jalonado de huertos que alimentaban la ciudad; dentro era imposible plantar nada.

Finalmente en 1824 el capitán general de Catalunya Francisco Bernaldo de Quirós promovió que se construyese el paseo, también trajo las aguas de la sierra de Montcada. Se trataba de un paseo de 42 metros (el actual tiene 60) con aceras, dos calzadas y un amplio paseo central, a modo de la vecina actual Rambla de Catalunya. Pero el paseo comenzó a activarse solo cuando se derribaron las murallas en 1854. Y fue Ildefons Cerdà quien lo asumió como columna vertebradora de su célebre trama ortogonal de manzanas achaflanadas. Será la calle más ancha de Barcelona.

Todo esto lo explica magistralmente Lluís Permanyer en el libro de reciente aparición 'El Passeig de Gràcia. 200 anys d’un espai burgés' (Efados). 

Aquí comienza una frenética trasformación que de forma telegráfica sería: derribar todos los equipamientos, jardines y zonas de entretenimiento que habían ocupado los solares; primeras edificaciones de casas unifamiliares con jardines delanteros, casonas y algún palacete con jardines traseros; edificaciones de tres o cuatro plantas para para alquilar con bajos comerciales; remontas de las primeras edificaciones y demolición de unifamiliares; despliegue de la fantasía modernista en primera línea; edificaciones 'noucentistes' y alguna racionalista; llegada de edificaciones monumentalistas y bancarias; algunas pifias y remontas de arquitectura contemporánea. Según Josep Maria Espinàs, “los propietarios cumplieron su deber de hacer dinero, pero las autoridades no cumplieron su deber de hacer ciudad”.

Respecto a los usos, los cambios también han sido vertiginosos. Se inició como lugar de paseo y diversión, pero el negocio cambió a la inmobiliaria; lugar de exhibición aristocrática y burguesa, comercios tradicionales que dejaban Ciutat Vella para seguir a sus clientes a zonas más confortables; cafés, restaurantes, tiendas de ropa, joyerías. Más adelante llegada de los bancos, que desertizan las aceras y desincentivan el paseo, es el paseo del poder económico; recuperación de bajos comerciales, pero cada vez más selectos, hoteles de muchas estrellas, desembarco de las principales marcas de lujo al compás de la turistificación de la ciudad. La mayoría de edificios ya no albergan vecinos, sino sedes corporativas, oficinas, hoteles o apartamentos turísticos. Hay unos 100 comercios, 15 hoteles, 20 restaurantes; Vinçon tuvo que cerrar en 2015. Queda un cine y, milagrosamente, el Palau Robert, donde se pueden ver exposiciones en un típico palacete de 1903, y las casas Ametller, Batlló y Pedrera como 'must' modernista. Esta última con una excelente programación expositiva.

Pero la historia del paseo no la cuentan solo las piedras y las tiendas. También ha sido un lugar de personajes ilustres que lo han habitado, terreno de 'correfocs', cabalgatas, fiestas, circuitos gastronómicos, ferias de libros, broncas, desfiles, carnavales... Desde la exhibición de reos ajusticiados en 1856 hasta masivas protestas contra la guerra de Irak. Diadas históricas y manifestaciones pro o contra la independencia. Tras la bulliciosa y pícara Rambla, es la calle más representativa de la ciudad, a la que contrapone su corte más burgués y selecto, antesala de una Diagonal más financiera. La columna vertebral que une los bajos con la cabeza.

Bigas Luna dijo que una ciudad es civilizada en tanto en cuanto a qué uso destina su mejor espacio. Y predijo que un día, en vez de ocho carriles de coches, el Passeig de Gràcia se llenaría de huertos y jardines para el disfrute ciudadano. No pierdo la esperanza, de hecho, ya fue así hace un par de siglos.

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