Literatura

Los que no ganan el Nobel

Recuerdo la ilusión que me hizo cuando Alice Munro, a quien había leído a fondo, lo ganó en 2013: me daban ganas de ir a Canaletes y gritar la noticia a los cuatro vientos

El noruego Jon Fosse gana el Premio Nobel de Literatura 2023

El noruego Jon Fosse gana el Premio Nobel de Literatura 2023 / DIA DIPASUPIL / AFP

Jordi Puntí

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Los lectores que desde hace años siguen el Nobel de Literatura saben que el efecto sorpresa ha aumentado mucho en la última década. El eco inmediato en las redes sociales, añadido al carácter de competición entre candidatos que luego son vistos como eternos perdedores —pobre Murakami—, ha provocado que el premio levante pasiones. Entre los editores, la sensación de participar en una lotería debe de ser inevitable. Si el nuevo Nobel está en tu catálogo, te ha tocado el Gordo: además de premiar tu buen ojo como editor, te garantiza (en teoría) un aumento de ventas.

Entre lectores, el Nobel se vive como una confirmación del buen criterio personal, pero también como un juego donde los gustos —a favor y en contra— te convierten en el defensor de un modelo literario, a veces con el mismo entusiasmo ciego de un aficionado al fútbol. Recuerdo la ilusión que me hizo cuando Alice Munro, a quien había leído a fondo, lo ganó en 2013: me daban ganas de ir a Canaletes y gritar la noticia a los cuatro vientos. O el año pasado: el premio a Annie Ernaux causó una ola de fervor literario en el feminismo militante, que veían en el reconocimiento un signo de los tiempos cambiantes.

Este año el resultado estaba más abierto porque han fallecido algunos autores que a menudo salían en las quinielas: Dubravka Ugresic, Martin Amis, Charles Simic, Milan Kundera o Cormac McCarthy. Por otra parte, a veces la Academia Sueca elige nombres menos evidentes en el amplio mundo de la edición, o apuesta por autores centrales en la literatura escandinava. Suele coincidir, entonces, que las traducciones en todo el mundo se deben a editores independientes, que ven cómo se premia también su empeño. Es el caso, este año, del noruego Jon Fosse. Sin ningún libro traducido al catalán, en castellano se puede leer parte de su obra en la editorial DeConatus, que con gran dedicación ha ido publicando diversos volúmenes de la prosa de Fosse. Para mí el Nobel también les premia a ellos y a un catálogo de riesgo, con autores por descubrir —como Joshua Cohen, Percival Everett o Kim del Horizon— que posiblemente nunca ganarán el Nobel.

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