Cumbre de Granada

Ucrania llama a la puerta de la Unión Europea

La insistencia ucraniana para comenzar las negociaciones antes de finales de este mismo año choca con un calendario que necesita la aprobación de la totalidad de los actuales miembros

Zelenski reclama en Granada "la solidaridad y unidad inquebrantable" de Europa

Volodímir Zelenski

Volodímir Zelenski / PAUL HANNA / BLOOMBERG

Jesús A. Núñez Villaverde

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En primera instancia cabe interpretar la presencia de Volodímir Zelenski en Granada, para asistir a la tercera cumbre de la Comunidad Política Europea (CPE), como un éxito de la diplomacia española y como una clara señal del interés que tiene Ucrania por garantizar el respaldo del resto de los países europeos cuando el apoyo estadounidense parece enturbiarse. Pero más allá de eso, y aunque el Consejo Europeo que se celebra a continuación sea de carácter informal, Zelenski ya tiene la mirada puesta en un objetivo aún más ambicioso: el ingreso en la Unión Europea (UE).

De momento, sin olvidar que la mitad de la ayuda económica y militar que ha recibido desde el inicio de la invasión rusa proviene de los miembros de una CPE que se creó (a iniciativa francesa) para visibilizar el aislamiento de Moscú y el férreo alineamiento con Kiev, lo único con lo que cuenta por parte de Bruselas es con buenas palabras. Son múltiples las referencias a la idea de que Ucrania es parte de la familia y de que su futuro está en el seno de la Unión, y hasta el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, se ha atrevido a fijar 2030 como la fecha para lograrlo. Pero, a partir de ese punto, cuando ya es oficialmente candidato desde junio de 2022, el resto del camino para alcanzar ese objetivo va a estar lleno de enormes dificultades.

En primer lugar, conviene recordar que de los siete criterios que Bruselas ha establecido para iniciar formalmente las negociaciones de adhesión, a finales de junio Ucrania tan solo cumplía dos de ellos. El informe de la Comisión Europea al respecto da una ajustada idea de la considerable distancia que le queda a Kiev por recorrer al limitarse a reconocer “grandes progresos” en el tercer requisito- la selección de jueces para el Tribunal Constitucional- y “algunos progresos” en los cuatro restantes -lucha contra la corrupción, prevención del blanqueo de dinero, mitigación de la excesiva influencia ejercida por los oligarcas y protección de las minorías nacionales-. A eso se añade una pésima situación económica, no solo derivada de la guerra sino de la profunda crisis estructural en la que estaba sumido el país antes de la invasión; lo que, visto desde Bruselas, se traduciría de inmediato en una nueva carga presupuestaria comunitaria para aportar los fondos de ayuda que deberían ser aprobados en su momento.

Visto desde la perspectiva de los Veintisiete, en un momento en el que se intensifica el debate sobre la conveniencia o no de la ampliación de la UE hasta unos 35 miembros, la insistencia ucraniana para comenzar las negociaciones antes de finales de este mismo año choca con un calendario que necesita la aprobación de la totalidad de los actuales miembros. Y al margen de que, como bien sabe Turquía, el arranque de la negociación no garantiza un exitoso resultado, sería muy sorprendente que gobiernos como el de Viktor Orbán -con el añadido ahora del eslovaco Robert Fico- no aprovechen la circunstancia de que su voto resultará imprescindible para bloquear o al menos retrasar su desarrollo, tanto con idea de 'vender' dicho voto a cambio de concesiones de Bruselas en cualquier otro capítulo, como con la de hacer un gesto cómplice hacia Moscú, poniendo aún más piedras en el camino.

Todo ello sin olvidar que las elecciones para el Parlamento Europeo del próximo año pueden desembocar en una mayor presencia de euroescépticos y antieuropeístas, poco inclinados a reforzar a una Unión que todavía está lejos de lograr una verdadera unión política.

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