Puigdemont y la confianza
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
Albert Sáez
La confianza forma parte de los intangibles que cotizan al alza en la era digital. La multiplicación de la oferta al superar el comercio las barreras del espacio y del tiempo determina que la confianza en las marcas y en los productos sea básica en toda relación entre un cliente y un proveedor. El periodismo vive sus peores momentos cuando pierde la confianza de los lectores si le consideran plegado a los intereses de los poderes o de los anunciantes. Los bancos no levantan cabeza desde que perdieron la confianza de los clientes en la crisis financiera del 2008. Tampoco los políticos andan sobrados de confianza, entre otras cosas porque parte de su argumentario electoral lo basan en sembrar la desconfianza de los electores en sus adversarios. De ahí nace la dificultad del pacto postelectoral.
Carles Puigdemont es de los políticos más desconfiados del momento. Procede del mundo de la Convergència de Artur Mas que se sintió traicionada por el PSOE de Zapatero tras el pacto de madrugada en enero del 2006 para pasarle el cepillo de Alfonso Guerra al Estatut que se había aprobado en el Parlament. Esa herida se sumaba a la que desde siempre había alimentado respecto a los socialistas el mismo Jordi Pujol, especialmente tras el caso Banca Catalana y la LOAPA. Puigdemont no convocó elecciones en octubre del 2017 porque no se fió de nadie, ni de Rajoy, ni de Urkullu, ni de Sánchez ni, por supuesto, de Junqueras. Para librarse de ese lastre histórico y para desmarcarse de los pactos de Esquerra con Sánchez, Puigdemont ha puesto en marcha una triple estrategia en la negociación de esta investidura: máxima discreción, cobro por adelantado y designación de un mediador. El silencio funcionó hasta el viernes pasado, cuando alguien se salió del guion con la moción del Parlament. Rápidamente, Salvador Illa salió al corte alegando una pérdida de confianza y reclamando profesionalidad. Sabía lo que hacia. El cobro por adelantado ha funcionado en lo que respecta al catalán en el Congreso e incluso en la UE. Pero, como adelanta Fidel Masreal, no va a funcionar en el caso de la amnistía y en Junts ya empiezan a ver que el calendario aprieta. Aprobar la ley antes de votar a Sánchez va a resultar materialmente imposible. Tendrán que asumir que con tramitarla es suficiente. Así que la última cláusula para mantener la confianza va a ser el mediador. Palabra que provocó la ruptura con Torra en 2019 y que genera más urticaria en el PSOE que la amnistía porque sitúa el problema en un marco mental que va más allá del reconocimiento de un conflicto.
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