La demagogia y la gasolina
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
Albert Sáez
No hace falta hacer demagogia para observar la distancia sideral que separa la política de la vida cotidiana. Sobre todo, la política española y catalana en la que se organizan manifestaciones sobre asuntos metafísicos, como la amnistía y el 1-O, mientras la UE se ocupa de las cosas del comer, del día a día. Este lunes, Bruselas aceptó el plan de España que evita volver a poner peajes en las autopistas a cambio de un plan de aceleración de la electrificación con lo que se liberan 93.500 millones de los fondos europeos.
En este contexto, el día a día de los administrados es la inflación que penetra en los bolsillos de las empresas y de los ciudadanos hasta dejarlos vacíos. Nada mejor que entender cómo funciona la inflación para luchar contra ella. Sara Ledo y Paula Clemente, con la colaboración de Álex R. Fischer y Rafa Julve acaban de publicar dos multimedia en los que analizan las causas y las consecuencias de la subida del precio de la gasolina, auguran que volverá a los dos euros antes de final de año, y del incremento del aceite. Influyen elementos de coyuntura internacional y también impositivos. Pero tomen nota de un nuevo concepto: la inflación climática, es decir, el impacto en los precios del calentamiento global. Cada vez está más claro que el anuncio de la aceleración de la transición hacia energías con cero emisiones está detrás del incremento de los precios de los carburantes. Lógico, los países que viven de la explotación de esos recursos naturales buscan la manera de maximizar sus ingresos antes de que les corten el grifo. Notamos, de nuevo, la falta de un sistema de gobernanza global que busque amortiguar estos impactos negativos de una decisión imperativa. Al mismo tiempo, la sequía, como las plagas de Egipto, cada vez es menos un fenomeno puntual y se convierte en estructural, de manera que determinados productos pasan simplemente a ser exóticos, que es lo que está ocurriendo con el aceite de oliva.
Dios quiera que en plena cuesta de enero no volvamos a las urnas porque el impacto en el resultado puede traernos una nueva dosis de populismo de uno u otro signo, especialmente cuando hay que escuchar cosas tan extravagentes como la vicepresidenta en funciones, Yolanda Díaz, diciéncoles a los periodistas que le ha dicho al Rey que no es seguro que invista a Pedro Sánchez cuando ya sabemos que se están repartiendo los ministerios. La peor inflación es la de la demagogia.
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