Opinión | En los próximos 45 años

Gemma Altell

Gemma Altell

Psicóloga social. Fundadora de G360.

Los adolescentes vivirán en comunidad mejor que nosotros

Los jóvenes serán más libres respecto a los preceptos morales, pero requerirán de un mayor esfuerzo para definir un mundo que necesariamente estará orientado a vivir, convivir y sobrevivir

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los Adolescentes

los Adolescentes

No es fácil imaginar la adolescencia del futuro. Especialmente, cuando la estás viviendo como madre en el presente. La distancia generacional entre la adolescencia y la edad adulta provoca siempre, irremediablemente, un salto, una confrontación. Podemos fantasear desde la adultez que hemos sido capaces de soslayar el salto y seguimos conectando con los códigos e inquietudes adolescentes, pero es más honesto con nosotros/as mismas y con la juventud reconocer el desconcierto. Por consiguiente, desde esta impostura adulta quiero reflexionar sobre una de las posibles vías de evolución de la adolescencia y la juventud, tal como veo el mundo actual.

Vivimos en un mundo líquido. Lo sabemos. Esto también se traduce en que las etapas del ciclo vital cada vez se confunden más y los límites se desdibujan. A menudo, los adultos nos comportamos como adolescentes y esperamos de la adolescencia que sea como a nosotros nos gustaría haber sido. En esa falta de honestidad que apuntaba más arriba hacemos “como si” la edad no pasara. “Como si” todos fuéramos jóvenes y ello crea dobles mensajes en la franja de edad que definimos como la adolescencia y la juventud. Ello conlleva complejas consecuencias: no entendemos los códigos actuales y por ello, a veces, les despreciamos (a la adolescencia y juventud) y demasiado a menudo les sobreprotegemos. 

Entre estos nuevos códigos se erigen como algunos elementos importantes que vertebran su identidad: la virtualidad -como espacio vital tan importante o más que el presencial-, la precariedad laboral y habitacional versus unas expectativas generadas muy altas sobre lo que debe ser la comodidad vital, la conceptualización de la fluidez de las relaciones afectivas y de la sexualidad versus un retroceso en las relaciones sexuales, la polarización entre la juventud muy politizada y la despolitización consumista como evasión, etc. Estas son algunas de las piezas que componen el escenario que habitan y habitarán. ¿A dónde les puede llevar? 

Las próximas generaciones tendrán que enfrentarse a la responsabilidad de liderar un mundo mucho más complejo, aunque materialmente más cómodo que el de nuestros antecesores. Por ello, probablemente habrá un punto de inflexión. Necesariamente, las nuevas generaciones seguirán confrontando el modelo social actual. Este mundo capitalista, que basa su precario equilibrio en el consumismo sin fin. Los recursos son finitos y quiero pensar que las nuevas generaciones integrarán esta nueva realidad. Serán más libres respecto a los preceptos morales, pero requerirán de un mayor esfuerzo para definir un mundo que necesariamente estará orientado a vivir, convivir y sobrevivir. Porque no queda otra. 

Tengo esperanza en una adolescencia que cuestione más aún pero que también construya. Será, la adolescencia, un espacio cada vez más largo y el final de la adolescencia no se explicará por el inicio de una etapa de mayor serenidad, madurez y obtención comodidades materiales propias como hemos definido hasta ahora. La adolescencia será un revulsivo para explicar el mundo que viene, aprenderán a vivir en comunidad mejor que nosotros/as y nos juzgarán a las generaciones anteriores por nuestra irresponsabilidad con el medio ambiente, con los recursos y, también, por nuestra forma de educar buscando la excelencia, pero proporcionando pocas herramientas para enfrentar la vida.

Como psicóloga me preocupa que este gran desajuste con el que se van a ir encontrando se traduzca cada vez más en una salud mental dañada, como síntoma de un mundo complejamente vivible. Así, mi esperanza está en ese punto de inflexión. Donde la energía adolescente esté puesta en decir basta y la tecnología, las nuevas inteligencias, la capacidad intelectual humana y los derechos conquistados estén al servicio de redefinir las prioridades vitales y sociales en favor de un mundo equitativamente más humano.