La campaña militar (106)
Jesús A. Núñez Villaverde

Jesús A. Núñez Villaverde

Codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH).

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Ucrania juega la baza diplomática en Arabia Saudí

Sin que la presencia en Yedá signifique que todos los asistentes se alinean ya abiertamente con Kiev, parece inmediato concluir que el perdedor neto de lo ocurrido es, obviamente, Rusia

Foto de archivo de Zelenski en su visita en la cumbre Àrabe de Yedà

Foto de archivo de Zelenski en su visita en la cumbre Àrabe de Yedà / SAUDI PRESS AGENCY HANDOUT

Presentada infundadamente como una 'cumbre' de la que saldría poco menos que un acuerdo de paz, la reunión celebrada el pasado fin de semana en la ciudad saudí de Yedá deja un poso mucho menos festivo. En cualquier caso, con todas las cautelas a las que obliga el curso de los combates sobre el terreno en plena ofensiva ucraniana, también sería imprudente calificarla de estéril.

Por un lado, le ha servido al régimen saudí para seguir alimentando su pretendida imagen de actor global, como si no fuera el mismo que reprime a su propia población, castiga hasta la muerte a los disidentes y comete desastres tan notorios como el de Yemen. El hecho es que Mohamed bin Salman (MbS) ha logrado la presencia de representantes de más de cuarenta países, incluyendo a todos los miembros de los BRICS (menos Rusia), lo que no deja de ser un revés para Moscú.

Por otro, Kiev ha podido 'vender' su propio plan de paz a países que hasta ahora se han mostrado renuentes a la hora de tomar partido entre Ucrania y Rusia. Si en la reunión del pasado junio en Copenhague (en la que China no estuvo presente) no parece que lograra ningún avance, ahora ha conseguido un notorio respaldo a su defensa de la integridad territorial y a la retirada total de las tropas rusas de su suelo. Un avance que le permite ir aclarando el camino hacia la celebración, en el próximo otoño, de una cumbre internacional que debería servir para poner en marcha un verdadero proceso de paz, aunque todo ello depende en gran medida de la situación en el campo de batalla.

Entre el resto de los participantes, unos se han movilizado por su interés en evitar el agravamiento de una crisis alimentaria que ya pesa seriamente sobre sus poblaciones, mientras que otros lo han hecho ante el temor que les genera una escalada militar que puede desembocar en el uso de armas nucleares. Y, por supuesto, también están los que, como China o Brasil, aspiran a convertirse en mediadores de un futuro proceso de negociación para poner fin al conflicto.

Sea por la razón que sea, y sin que la presencia en Yedá signifique que todos los asistentes se alinean ya abiertamente con Kiev, parece inmediato concluir que el perdedor neto de lo ocurrido es, obviamente, Rusia. En primer lugar, y aunque se puedan entender las razones, el mero hecho de que MbS (que ya en mayo actuó como anfitrión de una cumbre de la Liga Árabe a la que invitó a Volodímir Zelenski) promoviera esta nueva convocatoria no deja de ser una mala noticia para Vladimir Putin, dado que, como mínimo, cuestiona el nivel de entendimiento que ambos han ido forjando al menos en el campo energético. Por otra parte, vuelve a mostrar el creciente aislamiento internacional del mandatario ruso, que tampoco podrá asistir en persona a la cumbre de los BRICS a finales de este mismo mes, por temor a ser detenido por sus anfitriones sudafricanos en cumplimiento del requerimiento de la Corte Penal Internacional.

La reunión a puerta cerrada de Yedá no ha producido ningún resultado concreto, pero en la medida en que se han constituido grupos de trabajo sectoriales a nivel de embajadores- sobre seguridad medioambiental, intercambio de prisioneros, seguridad alimentaria, riesgo nuclear…- queda la impresión de que hay un creciente interés por frenar la violencia y sentar las bases de un tercer encuentro. Y Rusia, entretanto, no puede evitar que se vaya haciendo cada vez más visible que la balanza -al igual que ocurre en el terreno militar- se va inclinando progresivamente a favor de Ucrania.

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