Industria estratégica

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En qué manos dejamos a Celsa

La economía productiva, y no la especulativa, es la que fortalece el tejido industrial de Catalunya

El futuro de Celsa, a juicio: Los fondos acreedores defienden que no cerrarán fábricas

El futuro de Celsa, a juicio: Los fondos acreedores defienden que no cerrarán fábricas

El futuro de un gigante industrial de Catalunya, Celsa, primer productor de acero circular y bajo en emisiones de Europa, se dirime estos días en los tribunales. Los acreedores que poseen el 90% de la deuda de Celsa (2.200 millones de euros) reclaman convertir esta deuda en acciones y quedarse con el control total de la compañía.

La familia Rubiralta, propietaria del grupo siderúrgico desde su fundación en 1967, advierte del peligro de que fondos internacionales –que no conocen el sector– tomen las riendas de una compañía que actualmente da empleo a más de 10.000 personas. Celsa está considerada una compañía estratégica, por sus dimensiones y por su aportación al PIB, y también por representar uno de los mejores ejemplos de hacia dónde debe ir la industria en nuestro país: es una empresa con visión global, y que a la vez protege el tejido productivo local, con tradición de concertación laboral e innovadora siguiendo los valores de la economía circular.

Celsa tiene un importante valor estratégico para Catalunya y para España, y por esta razón la cuestión de en qué manos está tiene una gran relevancia. Y no es lo mismo que siga bajo la gestión de la familia industrial que la ha hecho crecer que de unos fondos de inversión internacionales cuyo principal propósito es recuperar la deuda.

Al lado de Celsa están el Govern y también los gobiernos de Cantabria y Euskadi (donde tienen plantas), la patronal Foment y los sindicatos UGT y CCOO, que temen por la continuidad del grupo si pasa bajo el control de los fondos acreedores. El juez del tribunal de lo Mercantil número 2 de Barcelona debe decidir si acepta el plan de reestructuración propuesto por estos, que significaría la salida de los Rubiralta del capital. Los acreedores han asegurado que no cerrarán fábricas ni prevén deslocalizar la producción, pero la parte propietaria lo pone en duda porque el plan presentado contempla unos plazos de amortización de la deuda que, afirman, aboca a la compañía a la insolvencia.

Celsa es una empresa hoy por hoy rentable. Cerró 2022 con cifras récord de facturación y rentabilidad (6.084 millones de euros en ingresos y un resultado de explotación de 867 millones de euros). Resultados que ponen en cuestión la supuesta gestión "desastrosa" actual que arguyen ante el juez los fondos. La familia propietaria llegó a aceptar que los acreedores entraran con un 49% de participaciones, pero estos ahora reclaman el 100%.

Tampoco aceptan un acuerdo que desbloquearía un rescate de 550 millones de euros a través de la compañía pública SEPI, y que es ahora mismo la mejor solución para la continuidad del grupo siderúrgico, que mantenga el centro de decisión en Catalunya. Los fondos de inversión son exponentes de una economía financiera y especulativa que, como se ha visto en innumerables ocasiones, hacen negocio vendiendo sus activos al mejor postor. La economía productiva, que es lo que ha venido representando Celsa hasta hoy, no tiene nada que ver con eso.

En los últimos años, ha aumentado la conciencia de la importancia de cuidar el tejido industrial, a medida que notábamos los perjuicios de las deslocalizaciones y de depender de terceros países. Muchas miradas se centran ahora en dónde se fabricarán los chips del futuro. Al mismo tiempo que buscamos atraer nuevas empresas, estaría bien que procuráramos mantener las que ya tenemos.