Caleidoscopio

Las elecciones no son para el verano

Las vacaciones se inventaron para descansar, pero los políticos parecen no saberlo y continúan aturdiéndonos con sus declaraciones, sus idas y venidas, sus vetos y contravetos

Turistas y barceloneses disfrutan de la playa de la Barceloneta al inicio del verano

Turistas y barceloneses disfrutan de la playa de la Barceloneta al inicio del verano / Alejandro García/Efe

Julio Llamazares

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Al amanecer y al atardecer, incluso en estos días de tanto calor, por toda la costa española se levanta una brisa suave que sacude la vegetación provocando una lluvia de flores y aromas (de buganvillas, de adelfas, de jazmín, de rosas, de galán de noche) justo en el momento mismo en el que los primeros turistas salen a cenar o, al revés, regresan a sus hoteles y apartamentos después de una noche de fiesta. El día va por un lado y los turistas por otro, o por lo menos la mayoría de ellos.

En la radio, a esas horas, las noticias hablan de desencuentros políticos, de reuniones que se repiten buscando un acuerdo que satisfaga a los que se reúnen, no a los demás, de compromisos secretos y de secretos a voces, de declaraciones solemnes y altisonantes, pero los turistas las oyen como si no fueran con ellos. A los turistas les queda muy lejos la palabrería política después de un año sufriéndola. Entre la brisa del mar y la verborrea política se quedan con la primera.

Lejos de allí, en las ciudades y pueblos del interior de España, los que aún esperan sus vacaciones sufriendo el calor también empiezan a experimentar esa indiferencia que en la conciencia de todos producen la repetición de las noticias y el calor y la esperanza de que ambos queden atrás muy pronto.

Con la cabeza ya en otro lugar, en un tiempo diferente y más tranquilo, los que esperan sus vacaciones se han ido distanciando poco a poco de la realidad y sumiéndose en una laxitud que les asemeja a zombis a los que les da ya igual estar vivos que no, todo con tal de que les dejen en paz y no les sigan contando historias que no sean de ficción.

Doce meses escuchando las reales les han saturado hasta el punto de no admitir una historia más, como si sus cerebros fueran estómagos ahítos de comida, de noticias y más noticias y desmentidos de las noticias que desmentían a las anteriores. Todo tiene un límite y el aguante de los oyentes de radio y de los espectadores de televisión también.

Las vacaciones se inventaron para descansar, pero los políticos parecen no saberlo y continúan aturdiéndonos con sus declaraciones, sus idas y venidas, sus reuniones y compromisos, sus vetos y contravetos, pero el personal hace ya tiempo que no los escucha, cansado de tanta palabrería y de tanto eslogan.

Mientras ellos gesticulan, la gente ha quitado el sonido ambiente dejando que sean otros los que lo sustituyan: el del murmullo del mar, el de la música de las piscinas, el del viento entre los árboles, el de los pájaros piando al atardecer, que son con los que verdaderamente sueñan. Pero los políticos no se dan por aludidos. Acostumbrados a protagonizarlo todo, a ser seguidos a cada paso que den, a sentar cátedra a cada momento, creen que el resto seguimos pendientes de ellos cuando la realidad no es así. La realidad es que ya pocos les escuchan y los que aún lo hacen apenas distinguen sus voces.

Que a Pedro Sánchez no le quedase otra opción que la de convocar en pleno verano unas elecciones no significa que sea la mejor época del año para ello. Y más a solo dos meses de las anteriores y en mitad del ruido y la furia que sus resultados han extendido por todo el país. Si ya estábamos cansados de la sobreactuación política de toda esta legislatura lo que nos espera este mes nos va a acabar de rendir, me temo. Para el verano mejor las bicicletas y el descanso.