Desperfectos
Valentí Puig

Valentí Puig

Escritor y periodista.

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El mundo no es posmoderno

Para Rusia, el postotalitarismo ha sido un trampantojo. Como dijo Huntington, el error fue pensar que la caída del comunismo llevaba a la universalización de la democracia liberal

Yevgeni Prigozhin, en una captura de vídeo del 24 de junio

Yevgeni Prigozhin, en una captura de vídeo del 24 de junio / TELEGRAM/ @concordgroup_official / AFP

Rusia entra en fase de Estado fallido, con un ejército predispuesto al mejor postor. ¿Quién tiene el maletín nuclear en Moscú? Con la presunta marcha de Prigozhin y el cambalache bielorruso, la feudalización del pos-comunismo supera las novelas satíricas rusas. 

El listísimo Prigozhin cumplió su sentencia como delincuente común, se puso a vender perritos calientes y acabó como oligarca del putinismo. Ahí está en YouTube, sirviéndole a Putin el almuerzo, con la pompa solícita del cocinero de Talleyrand. A grandes amistades, grandes traiciones. Son dos maestros del engaño. Con la fortuna hecha como proveedor del ejército ruso, organizó la tropa mercenaria Wagner. Intervino en Siria y Libia, en toda África, antes de ocuparse en Ucrania. Ahora quien sabe qué hará, sustituir a Lukashenko en Bielorrusia o incluso a Putin. No le faltan competidores con licencia para matar.

Periódicamente hablamos de un nuevo orden mundial, hasta que se constata otro desorden. Es posible que una Rusia políticamente agrietada sea aún más incómoda para Occidente que un Kremlin estable y fuerte. Eso contradice la tesis de un mundo posmoderno, poshistórico, 'soft' y más domesticable que nunca, frente a la realidad de un orden mundial semidesnudo

Se cumplen los 75 años del puente aéreo sobre Berlín, en 1948. ¿Para qué acordarse de esas cosas? Tras la segunda guerra mundial, Alemania era una ruina humeante, dividida en zonas ocupadas por Gran Bretaña, Francia y los Estados Unidos. Y la Unión Soviética. Stalin supuso que impedir el suministro de alimentos al Berlín oeste bloquearía la consolidación de una Alemania occidental. Entre los cascotes de una guerra mundial se iban a proyectar las sombras de la guerra fría, del mismo modo que a consecuencia de la primera guerra mundial había llegado la segunda. 

Puente aéreo de Berlín

Para quien crea que la libertad es el mejor hábitat para las naciones, el puente aéreo de Berlín es una página admirable. Literalmente, Stalin dejó Berlín a oscuras y bloqueó todos los accesos. Entonces los aliados tomaron la decisión de enviar víveres y carbón desde los aeropuertos cercanos que controlaban: 6.000 toneladas cada día. Duró casi un año. La logística fue ejemplar y los berlineses bloqueados lo agradecieron. Decidieron votar con los pies e irse a la zona occidental, hasta que una noche apareció el muro de Berlín en 1961, hasta 1989.  

Entre aquella Alemania con los jerarcas nazis en el banquillo de Nuremberg y la Alemania de hoy, la transición fue prodigiosa. En los manuales de historia hay capítulos para todo: unos van hacia adelante; otros, son involutivos. Para Rusia, el postotalitarismo ha sido un trampantojo. Como dijo Huntington, el error fue pensar que la caída del comunismo llevaba a la universalización de la democracia liberal. Tanto es sus aciertos como en sus tragedias, la historia del mundo no es posmoderna. 

No hace falta ir a Corea para saber que el norte –el modelo propugnado por Prigozhin- es la miseria y el sur, la prosperidad, pero al mismo tiempo la China de Xi Jinping cree haber encontrado la forma de crecer económicamente sin libertad política, sin urnas. Es más, parece sentirse menos incómoda en un mundo desordenado en el que afirmarse hegemónicamente. Si la Rusia de Putin es el callejón de atrás, el puente aéreo de 1948 fue una victoria de la libertad.