Golpe en Rusia

El cocinero infiel

El principal problema de Putin no viene de fuera. Esta dentro y es curiosamente el signo más claro de que Ucrania sí puede ganar esta guerra

El líder de Wagner lleva su alzamiento contra Putin al corazón de Rusia y luego ordena retirarse

Miembros del grupo Wagner en Rostov

Miembros del grupo Wagner en Rostov / ROMAN ROMOKHOV / AFP

Rafael Vilasanjuan

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La noche más corta del año se hizo muy larga en Moscú. Por primera vez vimos temblar a Vladimir Putiny no fue por el fuego del Ejército de Ucrania con las armas que Occidente sufraga. La guerra sigue una dinámica de avance y retroceso cocinada a un fuego suficientemente lento como para que el guardián del Kremlin pueda ir modulando. Todo bajo control. Así es como ha gobernado hasta ahora Putin su país y gestionado sus guerras. Todo eso terminó en la noche de San Juan.

¿Golpe de fuerza o intento de golpe de Estado? Por la reacción inmediata del autócrata ruso, tan habituado a permanecer en silencio cuando todo estalla, el asedio por la milicia de Prigozhin parecía más una afrenta al poder que un golpe de efecto. Por primera vez a Putin le bailan bajo sus pies los resortes del Estado. Rusia con él al frente se ha sustentado siempre en servicios secretos y milicias paralelas, más que en la Justicia, el Parlamento o el Ejército.

Wagner, un imperio de mercenarios auspiciado por Putin para hacer los trabajos sucios estaba presente en África, en Siria y por supuesto en Ucrania donde contaba con unos 30.000 hombres. Ni siquiera sus servicios de seguridad, tan cercanos como férreamente controlados supieron intuir el peligro y tuvo que salir de emergencia a reconocer que la mayor amenaza a Rusia estaba en marcha. No venía de fuera. Y aunque es verdad que esta dictadura totalitaria disfrazada de democracia no es vencible en las urnas, un ejército paramilitar es otra cosa. Hoy lo creas, mañana adquiere vida propia.

Prigozhin el jefe de Wagner, un criminal convicto, acabó convirtiéndose en restaurador de lujo, llevándose los contratos de cocina del Kremlin, donde empezó a crear la mayor milicia paramilitar del mundo. Hasta ahora siempre había ejecutado las órdenes del presidente, pero el sábado le puso en evidencia. A pesar de haber pactado para cerrar la crisis, el cocinero infiel ha demostrado que el principal problema de Putin no viene de fuera. Esta dentro y es curiosamente el signo más claro de que Ucrania sí puede ganar esta guerra.

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