Opinión

Albert Soler

Albert Soler

Periodista

Si hoy es viernes, esto es el Titanic

Podríamos estar ante el inicio de un círculo vicioso, submarino pero vicioso, que terminaría con todos los millonarios por el paradójico método de sumergirlos en el mar

Una letrina, un mando de PlayStation y hacinados: así es viajar en el Titan

Una letrina, un mando de PlayStation y hacinados: así es viajar en el Titan

Lo de visitar los lugares donde murió gente, sea en accidente o ayudados por manos ajenas, no es nuevo. Auschwitz es seguramente una de las atracciones turísticas más rentables de Polonia, recibe cada año miles de visitantes, la mayoría de los cuales pone cara de compungido al hacerse una foto a la entrada, y a otra cosa, mariposa, el trabajo nos hará libres y que no se me olvide comprar unas galletas de jengibre para la suegra antes de llegar al hotel.

Visitar los restos del Titanic, con la posibilidad añadida de ver un calamar rebañando los huesos de alguno de los 1.500 pasajeros que se hundieron con él, es una atracción de primer orden, cualquiera se va a Punta Cana a ponerse ciego a daiquiris. "Mira, tiene tres chimeneas, igualito que en la película".

Claro está que este tipo de atracciones no está al alcance de todos los bolsillos, no todo el mundo dispone de 250.000 dólares para meterse en un batiscafo y descender a las simas oceánicas como si fueran los invitados del capitán Nemo durante 20.000 leguas, que nunca he sabido cuánto mide una legua, igual es una miseria. A los pobres nos queda la opción de organizar 'tours' a los márgenes de las carreteras, donde también murió gente y los lugares de visita obligada están señalizados con ramos de flores para que no haya pérdida.

Cada uno debe conformarse con el tipo de turismo que le alcanza con su sueldo. A mí lo que me gusta es visitar cementerios, que también hay mucho muerto, lo que pasa es que hace todavía más de pobretón, porque ahí la mayoría murieron por causas naturales, y eso turísticamente no vende.

El inconveniente

El único inconveniente que uno le encuentra al visitar el Titanic, claustrofobia aparte, es la posibilidad de que se accidente también el navío que realiza la visita, como parece haber sucedido con el Titan. Dentro de poco a alguien se le ocurrirá organizar expediciones millonarias para visitar sus restos: "Por solo 300.000 dólares, no se pierda la expedición submarina para avistar los restos del Titan, el sumergible que se accidentó visitando el Titanic".

Y así sucesivamente, hasta el fin de los días, o por lo menos hasta que las aguas de Terranova estén rebosantes de pecios que se hundieron visitando el anterior buque hundido. Podríamos estar ante el inicio de un círculo vicioso, submarino pero vicioso, que terminaría con todos los millonarios de la Tierra por el paradójico método de sumergirlos en el mar. Para desgracia de banqueros y solaz de calamares.

La moda de visitar barcos naufragados no es nueva en Catalunya. La practican los políticos lacistas desde hace tiempo, no hay cargo público del partido que Xavier Trias bautizó como JuntsxQueosden (o como se llamen hoy) que al poco de ser elegido no rinda visita al pecio de Waterloo, en el interior del cual –mejorando en eso al Titanic– permanecen todavía en buen estado de conservación unos cuantos cadáveres, políticos por supuesto, para desgracia de los calamares.

También ese transatlántico estaba destinado a asombrar al mundo, también tenía que haber cola para viajar en él, también estaba perfectamente diseñado y construido. Cuentan que Toni Comín siguió tocando el piano mientras todo el invento iba dando bandazos y se hundía irremisiblemente.

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