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¿Vuelven los frentes?

Ada Colau y Ernest Maragall.

Ada Colau y Ernest Maragall. / NAZARET ROMERO / ACN

A poco más de 24 horas del pleno de constitución del Ayuntamiento de Barceona, la situación está entreabierta. Xavier Trias se ha asegurado el apoyo de Esquerra, con lo que ha deshabilitado la opción con más posibilidades de desbancarlo, que era un pacto de izquierdas. A pesar del hábil movimiento del exalcalde, Jaume Collboni no se ha dado por vencido y presentará el sábado su candidatura con la esperanza de que los de Ada Colau hagan lo que los socialistas hicieron hace cuatro años: votar al mejor situado y buscar la anuencia de otra fuerza no independentista. Estamos, pues, ante un posible gobierno de 16 concejales, que incluiría a la lista más votada, contra uno de 19 con quien quedó segundo. Se alejan, por ahora, las opciones más estables: un gobierno de 21 entre Junts y PSC o de 25 entre PSC, Comuns y Esquerra. Las dos fórmulas que ahora parecen posibles son las más alejadas del 'mainstream' barcelonés, partidario de un crecimiento económico limitado por las amenazas medioambientales y en ningún caso ni de un crecimiento desbocado ni de una restricción medioambiental severa. ¿Por qué se ha llegado hasta aquí y qué margen de sorpresa puede haber?

Ernest Maragall no ha querido en ningún momento hacerle a Trias lo que le hicieron a él hace cuatro años. Tanpoco tiene una relación fluida con sus excompañeros del PSC y forma parte del núcleo duro de Junqueras, partidario de la confrontación con los de Illa en el área metropolitana. Si Colau no vota, finalmente, a Collboni, el frente independentista solo se consolidará en Barcelona y en Girona. Una regresión respecto a lo acontecido en 2019. ¿Por qué Colau ha actuado diferente? En primer lugar, porque no sería alcaldesa en ningún caso. En segundo lugar, porque siempre prefiere que las cosas le vayan bien a Junts que a Esquerra, con la que compite. Lo raro es que esta vez le haya puesto al PP unas condiciones para aceptar sus votos más exigentes que las que le puso a Manuel Valls, conocido por su xenofobia. El ciclo de Colau no podía acabar de una manera más decepcionante para quienes pusieron en ella tantas ilusiones.

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