Obituario

El legado de Jordi Porta

El séptimo presidente de Òmnium Cultural era un hombre bueno y sencillo que ha legado a la sociedad civil dos actitudes políticas necesarias ayer y hoy: la discreción y la generosidad.

Jordi Porta, una trayectoria imprescindible para entender el país

Jordi Porta

Jordi Porta / GUILLERMO MOLINER / ARCHIVO

Xavier Antich

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"Necesitamos educar en el gusto por las responsabilidades". El séptimo presidente de Òmnium Cultural, Jordi Porta i Ribalta, ha legado un compromiso imprescindible para entender el papel de la sociedad civil en la construcción permanente del país.

Vinculado desde muy joven con el escultismo, participó en la 'Caputxinada', en las Edicions Catalanes de París que introducía libros clandestinamente por la Catalunya Nord, en el Congrès de Cultura Catalana o en el Centre Unesco. Aparte, por supuesto, de dirigir la Fundació Jaume Bofill y Enciclopèdia Catalana.

Sin Porta, Òmnium Cultural no sería lo que es ni lo que representa. Puso en marcha una reforma profunda y transformadora de la entidad: modernizó su estructura profesional y adecuó su acción a la realidad del momento. Con él también empezó el camino que la llevaría a financiarse exclusivamente con recursos propios. Cuando llegó a la presidencia en 2002, en Òmnium había 15.000 socios "y cada año se marchaban 500 por defunción". Cuando la dejó en 2010, había más de 21.500.

Para que Òmnium Cultural pudiera ser útil al país, se le debía parecer. Por eso, fiel a la idea de un solo pueblo y a un catalanismo desacomplejado, imbricó el trabajo por la cohesión social con la lengua y cultura catalanas, imprescindible para construir futuro.

"El país necesita gente dispuesta a trabajar y Òmnium es uno de los mejores antídotos contra la resignación nacional". La frase la recogió él mismo de un joven de Òmnium Alt Penedès, y es que con la presidencia de Porta canaliza la aspiración política de toda una generación. Sabía que la lucha nacional iba ligada a la democracia, al desarrollo cultural y al bienestar social, y entendía que el país necesitaba coordinar sus fuerzas y se implicó para conseguirlo.

De la coherencia y ambición de ayer, a la lucha persistente de hoy. Fue tajante contra los recortes en el Estatut aprobado por el Parlament, antes de que el Tribunal Constitucional liquidara la soberanía del pueblo de Catalunya en 2010. Ese mismo año Òmnium organizó la primera gran movilización soberanista con la que comenzó el ciclo político que cristaliza el 1-O.

Nunca militó en ningún partido político, para no comprometer sus espacios, y al tiempo que asumía el liderazgo de la sociedad civil, entendía la importancia de separarla del rol de los partidos o las instituciones: "Está de moda criticar la política. Y, en especial, a los políticos. Pero la sociedad civil no puede ser un refugio de los desengañados y decepcionados de la política. Si la política no va bien, hay que mejorarla, regenerarla. La sociedad civil no puede sustituirla".

Bofill, Òmnium y Enciclopedia; formación, cultura y nación como pilares de país. El séptimo presidente de Òmnium Cultural era un hombre bueno y sencillo que ha legado a la sociedad civil dos actitudes políticas necesarias en sus tiempos e igual de imprescindibles en 2023: la discreción y la generosidad.

"Más allá de los que solo observan críticamente las debilidades de nuestra sociedad, nosotros nos proponemos actuar para mejorarla". Hoy el presidente Porta no se ha ido porque Òmnium continúa haciendo una brújula de su legado.