Obituario

Jordi Porta: una trayectoria imprescindible para entender el país

Desde la dirección de la Fundació Jaume Bofill puso los cimientos de muchos proyectos en el ámbito de la investigación social y de la acción cultural

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Jordi Porta

Jordi Porta / GUILLERMO MOLINER / ARCHIVO

Jordi Sànchez

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Jordi Porta i Ribalta (1936-2023) deja un inmenso legado en el campo de la gestión y el activismo social y cultural de nuestro país. Su trayectoria es la de un hombre hecho a base de trabajo y determinación. Hijo de familia numerosa, crecido en plena posguerra, combinó sus estudios de bachillerato, y posteriormente los primeros años de universidad en la facultad de Filosofía y Letras, con la ocupación de representante de comercio.

Su compromiso social y nacional arraiga en el escultismo de los Minyons Escoltes, movimiento estrechamente vinculado a la Iglesia de los años sesenta. En aquella época se imbuye del espíritu de reforma y compromiso social de la Iglesia que representa Juan XXIII y posteriormente Pablo VI y de manera especial todo el proceso del Concilio Vaticano II, y que mantuvo vivo hasta la actualidad

En los años sesenta entra en contacto con la familia Vilaseca-Roca. Él, Josep Maria Vilaseca, abogado del Estado y hombre clave en el mundo del derecho civil catalán y particularmente en el ámbito de las fundaciones, y ella, Teresa Roca, promotora cultural y de enorme sensibilidad social, fueron probablemente los referentes indispensables en tanto que mecenas que permitieron a Jordi Porta proyectar su talento como gestor y activista social y cultural.

Porta disfrutó de una beca de la Fundación Jaume Bofill (creada en 1968 por el matrimonio Vilaseca-Roca) para completar sus estudios de filosofía en París. Desde allí vivió en primera persona los hechos de mayo de 1968. El encarcelamiento en 1971 del que fue el primer director de la Fundació Jaume Bofill, Fèlix Martí, a raíz de la creación de la Assemblea de Catalunya, trajo el retorno precipitado de Porta desde París para asumir la dirección de la fundación.

Durante 30 años (1971-2001), Jordi Porta dirigió la fundación con una mirada estratégica orientada a salvar las bases del país y a la vez generosa y comprometida con la riqueza y el potencial académico y social del país. Desde la discreción que siempre caracterizó la actuación de Jordi Porta se pusieron los cimientos, desde la Fundació Jaume Bofill y bajo su dirección, de muchos proyectos en el ámbito de la investigación social y de la acción cultural. Son muchos los organismos -algunos públicos, otros privados, algunos del mundo universitario y muchos del tejido asociativo- que vieron la luz y encontraron viabilidad a lo largo de los años setenta y ochenta gracias a la visión y la forma de hacer de Jordi Porta y los recursos de la fundación.

Él estaba especialmente orgulloso de la contribución hecha al Congrés de Cultura Catalana, en 1976. Pero la lista sería interminable y en muchos momentos nos encontraríamos ante lo que podríamos definir como auténticas estructuras de país en el ámbito cultural, académico y asociativo.

Jordi Porta fue, junto a Fèlix Martí o los ya también traspasados Ricard Torrents o Enric Casassas, impulsores de la Associació per les Noves Bases de Manresa con la voluntad de relanzar de nuevo a finales del siglo XX el catalanismo social y político soberanista.

Poco después de dejar por jubilación la Fundació Jaume Bofill, Jordi Porta asumió en 2002 el reto de modernizar Òmnium Cultural. Fue presidente de la entidad desde 2002 hasta 2010, convirtiéndose en la rótula imprescindible para transformar una asociación histórica en defensa de la lengua catalana en una asociación capaz de interpretar el bautizo de la sociedad catalana del siglo XXI, también en sus aspiraciones políticas a convertirse en un Estado independiente. Le sucedió Muriel Casals.

Asumió, entre otras, la responsabilidad de Síndic de Greuges de la Universidad Autònoma de Barcelona y la presidencia de la Fundació Enciclopèdia Catalana y del Centre Unesco de Catalunya.

Autor de varios libros, el más relevante es 'Anys de Referència' (Columna, 2010), un ensayo que aporta luces sobre las vivencias de la década de los sesenta y setenta, con mayo del 68 como epicentro de la reflexión.

Probablemente uno de los reconocimientos más valorados y sentidos por él fue el de convertirse en doctor Honoris Causa que la UAB le concedió en 2013. Anteriormente también fue reconocido con la Creu de Sant Jordi.

Un accidente, el pasado sábado, en el camino de ronda de su querido Sant Feliu de Guíxols, cierra una vida intensa llena de esfuerzo, superación, generosidad, aciertos y complicidades con el país y sus gentes.