'Conseller' cesado

Cambray o cómo morir con las botas puestas

Fue a por todas y se dio de bruces con un corporativismo que le estaba esperando. Quiso hacer una revolución y topó con los revolucionarios

Cambray, durante una rueda de prensa en el Palau de la Generalitat.

Cambray, durante una rueda de prensa en el Palau de la Generalitat. / Efe

Sergi Sol

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Descubrí a González-Cambray cuando era director de centros educativos en plena histeria pandémica. Y como padre de dos niños celebré su pulso por abrir las escuelas. Incluso les querellaron -a él mismo y al conseller Bargalló- por tal atrevimiento.

Luego llegó el manifiesto de célebres profesionales que exigían mantener cerradas las escuelas tras las vacaciones de Navidad. El 'president' Torra lideraba la histeria para cerrar toda actividad a cal y canto. Con lo que Cambray también libró la batalla contra un 'president' que cada vez que comparecía era cariacontecido, como si fuera a darnos la extremaunción. Cambray mantuvo el pulso y los niños pudieron retomar el curso escolar.

Su aplomo le valió para relevar a Bargalló. Y siguió adelante con sus propuestas de cambios. Envalentonado. A la brava, eso sí. Confesó Cambray que, a su parecer, sí no hubiera impuesto sus tesis jamás se habría materializado cambio alguno. Craso error. No calibró la fuerza opositora. No se trataba de tener razón si no de poder sostener sus tesis contra viento y marea. Fue a por todas y se dio de bruces con un corporativismo que le estaba esperando. Quiso hacer Cambray una revolución y topó con los revolucionarios.

Finalmente el 'president' Aragonès ha relevado a Cambray aprovechando la salida de la consellera Teresa Jordà que hará tándem con Rufián en Madrid. Sale también el efímero 'conseller' Fernández, de Territori. Pero a nadie escapa que la cabeza sacrificada es la de Cambray. Era su testa la que pedían los sindicatos, con ahínco. Se enfrentó a ellos, defendió sus tesis con convicción y se inmoló. Con las botas puestas, sin duda. Tras la pérdida de votos de ERC en las elecciones municipales se impusieron medidas. Aunque probablemente su suerte estaba ya echada.

El relevo de Cambray será Anna Simó, veterana en estos menesteres, más apacible y meno impetuosa que Cambray. ¿Le darán 100 días de tregua? ¿Será suficiente con escuchar más o deberá hincar la rodilla? ¿Era solo falta de diálogo o era oposición numantina? Pronto lo sabremos.