Invasión de campo

Los ultras pericos, catalanes auténticos

Tal vez lo que vi por televisión no era una panda de filofascistas, sino un tsunami democrático, así de fina es la línea que los separa

Dibuix Leonard Beard para Soler

Dibuix Leonard Beard para Soler / Leonard Beard

Albert Soler

Albert Soler

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Circula desde hace días por las redes el artículo que escribió un forofo -los periodistas deberían tener prohibido ser forofos de nada, son cosas incompatibles- justificando que una horda de ultras saltase al césped de un estadio de fútbol para intentar agredir a unos deportistas que celebraban un título. Al parecer, el pobre imbécil es perico; destaco a propósito ambas cualidades porque tengo amigos pericos que son buena gente y porque conozco también imbéciles culés; la imbecilidad es lo que mejor repartido está en el mundo. Dicho escrito justifica a los energúmenos que no hicieron más que perjudicar a su propio club, el Espanyol, asegurando que fue una cuestión de “dignidad” y recordando que “también los defensores de Barcelona, en 1714, decidieron seguir combatiendo contra todo cálculo sensato. Un gesto de dignidad”.

Perjudicar a los tuyos, apelando a la dignidad y recordando las batallitas de 1714. ¿Les suena de algo? Son los mismos argumentos de los lacistas que hundieron Catalunya, ya he dicho antes que los imbéciles están muy repartidos y al final todos se parecen. “Quanta dignitat”, imagino que gritaban bajo sus pasamontañas quienes tiraban sillas, destrozaban cámaras de televisión y se enfrentaban a las -pocas- fuerzas de seguridad, en su intento de agredir a simples deportistas. No falta más que sus cabecillas se fuguen a Waterloo huyendo atemorizados, o que acusen a la justicia de perseguirlos, no por delincuentes, sino por pericos. Todo se andará.

Tanto reivindicar al Barça como el club que atesora las esencias de Catalunya, y va a resultar que es el Espanyol quien las reúne. Por lo menos -en opinión del articulista y de quienes le jalean- las esencias de la Catalunya contemporánea, la victimista que no duda en remontarse hasta 1714 para justificar cualquier burrada. Tal vez lo que vi por televisión no era una panda de filofascistas, sino un tsunami democrático, así de fina es la línea que los separa. En lo de “el món ens mira”, hay que reconocer que los del tsunami perico superaron al tsunami lacista que les inspira, salieron en las televisiones de todos los países.

1714 como ejemplo

No es solo que, como argumento, sea obsceno utilizar una guerra para hablar de fútbol, es que la gente de hace tres siglos estaba mucho menos evolucionada que la actual (o eso pensaba yo antes de ver el éxito del artículo). Si tomamos como ejemplo 1714, habrá que empezar a expulsar moriscos, escribir a mano, desescolarizar a los niños y pegarle a la señora con la aquiescencia de la autoridad. Además de apalear deportistas, eso lo primero.

Cuando mis hijos eran adolescentes, vivieron en el campo del Girona cómo se frustraba un ascenso, por culpa de un gol del Lugo en el último minuto del último partido. Su reacción -y la de muchos otros- fue esperar la salida de los jugadores del Lugo para increparlos. Cuando lo supe, les dije a mis hijos que a quienes tenían que increpar era a los del Girona, por no saber defender cuando se jugaban el ascenso. Lo mismo vale para los ultras pericos: si hay que perseguir a alguien, es a sus propios jugadores, más malos que el vinagre en ayunas e incapaces de evitar que el rival se proclamara campeón. Esa gente anclada en 1714 necesita clavar unas cuantas cabezas en picas a la entrada del estadio, mientras gritan “Ho tornarem a fer!”. A eso le llaman dignidad.

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