Ágora

El fin de la escuela en blanco y negro

El Departament d'Educació retirará tan pronto como pueda la financiación a las escuelas que separan niños y niñas en las aulas

Unos niños juegan en el patio del colegio Baldomer Solà, de Badalona

Unos niños juegan en el patio del colegio Baldomer Solà, de Badalona

Josep Gonzàlez-Cambray

Josep Gonzàlez-Cambray

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Lo hemos dicho muy alto y bien claro varias veces. No queremos destinar ni un euro público a los centros educativos que separan niños y niñas en las aulas. Hacerlo en la sociedad de 2023, en un sistema educativo que apuesta abiertamente por la coeducación, que tiene que fomentar la convivencia y el respeto mutuo entre géneros, sería un contrasentido. Retirar los conciertos educativos –la financiación pública- en estas escuelas es también una reivindicación social que viene de años atrás y que se ha intentado cada vez que mi formación política, ERC, ha ocupado el Departament d'Educació. Sin embargo, hasta ahora estos centros educativos siempre habían obtenido, una y otra vez, una protección judicial que acababa forzando a la Generalitat a concederlos de nuevo la subvención pública. Esto se ha acabado. El Tribunal Constitucional ha avalado esta semana que el Departament d'Educació pueda decidir no dedicar dinero público a centros que segregan.

¿Por qué tenemos que destinar el dinero de todos a un modelo de escuela en blanco y negro, reducto de la educación católica más conservadora y que la ciencia ha demostrado que ni favorece al alumnado ni a la sociedad donde se inserta? Un extenso estudio de 'Science' demuestra que la escuela que separa niños y niñas alimenta los prejuicios de género y el sexismo. Que ni siquiera favorece los resultados académicos como pregonaban sus defensores. La escuela tiene que ser como la vida. Mixta, diversa, plural, en color... un ejercicio en pequeño de ciudadanía.

Llegar hasta aquí ha sido un camino difícil. Veinte años de lucha política y unos últimos meses de litigio judicial lo certifican. Cuando en octubre de 2021 comunicamos a los 10 centros de Catalunya que hasta entonces solo aceptaban a niños o a niñas, según cada caso, que tenían que convertirse en mixtas si querían seguir recibiendo fondos públicos, hubo dos que se plantaron y nos dijeron que se negaban. Como 'conseller' y como ciudadano empapado de esta convicción pude sentir en la propia piel la frustración de ver cómo, después de retirarles el concierto, el TSJC nos forzó a devolvérselo de forma cautelar. Sabiendo que había pendiente una sentencia del Tribunal Constitucional, las ocho escuelas que se habían comprometido inicialmente a pasar a hacer educación mixta, al enterarse del amparo del TSJC a su política segregadora, acudieron al mismo tribunal para poder volver a separar niños y niñas. Una y otra vez, la justicia se empecinaba en avalar una fórmula pedagógica anclada en otros tiempos. Pero estábamos convencidos de que merecía la pena. Tuvimos que incorporar la prohibición de segregar por género a una ley orgánica educativa estatal para conseguirlo. Y aun así, este precepto de la ley fue recurrido al instante. Lo adivinan, por parte de la fuerza más retrógrada de todo el arco parlamentario, por parte de un partido, Vox, que vive todavía en un país y en una escuela en blanco y negro. No es la nuestra. Ni lo será nunca.

Por eso, cuando se notifique de forma definitiva la sentencia que hemos conocido hace unos días del Constitucional, el Departament d'Educació, a través de los servicios jurídicos de la Generalitat, pedirá dejar sin efecto las medidas cautelares y tan pronto como pueda retirará la financiación a las escuelas que separan niños y niñas en las aulas. Es nuestro deber. Es nuestro compromiso. Y lo hemos hecho realidad. Con perseverancia, tomando decisiones, con convicción y confianza, este Govern hacemos que las cosas pasen. No queremos nunca más escuelas en blanco y negro financiadas con el dinero de todos.