La campaña militar (93)

La OTAN abre la puerta a Ucrania, ¿o no?

El anuncio de Stoltenberg tiene mucho más de discurso bienintencionado, para regalar los oídos de los ucranianos, que de compromiso real entre los 31 miembros de la Alianza Atlántica

El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, y el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, este jueves durante su encuentro en Kiev.

El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, y el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, este jueves durante su encuentro en Kiev. / DIMITAR DILKOFF / AFP

Jesús A. Núñez Villaverde

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Ante el riesgo de que su visita a Kiev pasara desapercibida, como el último de la fila de los múltiples dirigentes internacionales que le han precedido desde el inicio de la invasión rusa, Jens Stoltenberg, secretario general de la Alianza Atlántica, ha optado por llamar la atención con un titular aparentemente inequívoco: “El lugar que le corresponde a Ucrania es la OTAN”. Dicho el pasado jueves, con ocasión de su primera visita al país y en plena preparación de la próxima cumbre aliada en Vilna, se trata de una afirmación rotunda, reforzada con sus declaraciones realizadas al día siguiente en el sentido de que todos los estados miembros estarían de acuerdo en apoyar el ingreso.

Pero, si se analiza con un mínimo detalle, esa rotundidad mediática pierde fuerza de inmediato. En primer lugar, después de haberlo reclamado insistentemente, el propio Volodímir Zelenski ya aceptó públicamente, apenas tres semanas después del inicio de la invasión, que esa puerta estaba cerrada y que los ucranianos lo entendían, aunque eso no le impidiera demandar garantías de seguridad 'ad hoc' a la Alianza. El presidente ucraniano era (y es) consciente de los variados obstáculos existentes, empezando por el temor a que un paso de ese calibre pueda llevar a Vladímir Putin a una escalada sin freno. En otras palabras, el ingreso solo podría producirse si Rusia es previamente derrotada y, por tanto, no puede responder por la fuerza a lo que automáticamente Moscú entendería como el cruce inaceptable de una línea roja.

A eso se añade que, aunque no sea cierto, como suele interpretarse, que el artículo 5 del Tratado de la OTAN activa una respuesta militar unánime ante el ataque al territorio de cualquier de los estados miembros, sería imposible imaginar que la Alianza no reaccionase de ningún modo si Ucrania, ya miembro de pleno derecho, tuviese parte de su territorio (Crimea y una parte mayor o menor del Donbás) en manos rusas. Eso significa, como segunda condición, que el ingreso no podrá ocurrir, salvo que Ucrania recupere su plena integridad territorial (posibilidad remota actualmente) o que renuncie a ella en algún momento, llegando a un acuerdo con Rusia.

Y tampoco es menor el problema interno que supone lograr el visto bueno de los actuales miembros de la Alianza. Ahí está el caso de Suecia, con Turquía tratando de sacar tajada de una regla de juego que exige la aprobación explicita de cada uno de los países miembros, no tanto mirando hacia Estocolmo como a Washington. La tercera condición, por tanto, sería satisfacer el precio que Viktor Orbán exija para no bloquear el proceso de adhesión, reclamando algo valioso tanto a Bruselas como a Washington.

Unas condiciones, en definitiva, que dejan claro que el anuncio de Stoltenberg tiene mucho más de discurso bienintencionado, para regalar los oídos de los ucranianos, que de compromiso real entre los 31 miembros de la OTAN. Por supuesto, Ucrania será parte importante de la reunión lituana los próximos días 11 y 12 de julio; pero no para discutir su ingreso, sino más bien para calibrar, previsiblemente mientras se esté desarrollando la ofensiva ucraniana, el grado de voluntad política para seguir apoyando con armas y bagajes a quien trata desesperadamente de seguir existiendo como Estado independiente y, simultáneamente, de satisfacer a quienes, con Estados Unidos a la cabeza, lo han convertido en la punta de lanza para degradar a Rusia a la condición de potencia menor. Ir más allá es, hoy por hoy, alimentar vanas ilusiones.

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