La crisis que viene
La guerra ha provocado una crisis económica que está abriendo la brecha social precisamente en el continente donde se inventó el estado de bienestar
Rafael Vilasanjuan
Periodista
Antes de afrontar un viaje esta semana santa comprueben a ver qué ocurre en destino. En Inglaterra los aeropuertos están sin servicios auxiliares, en Alemania trenes y autobuses pararon el motor de la economía europea, y los controladores franceses siguen decidiendo qué aviones pasan y cuáles no. Europa se ha convertido en una carrera de obstáculos para trasladarse y el efecto se percibe de inmediato. Ayer mismo para volver en avión de Ginebra a Barcelona, ¡20 horas! tras una cancelación, dos escalas para evitar consumir el fin de semana entero esperando otro vuelo en un hotel de aeropuerto. La apertura de fronteras une el continente, pero cuando las huelgas se repiten en diferentes países, el transporte es capaz de bloquearlo y esta semana es la más indicada para que el efecto se note. Europa arde. En algunos países como Francia ocurre de manera literal, las manifestaciones se han generalizado y aunque la causa aparente es un retraso de la jubilación detrás subyace el descontento por las secuelas de una crisis sanitaria, entrando en otra por la que hay que financiar armamento, mientras suben los precios y la inflación deja exiguos los salarios.
No solo Francia ha pasado un invierno caliente. Las protestas en Alemania son significativas. La primera economía europea con el salario mínimo a 2.000 euros al mes es además un país con enormes coberturas sociales, pero la inflación es una de las más altas de Europa. La dependencia absoluta de la energía rusa, antes de la guerra de Ucrania, ha obligado por un lado a restricciones a las que no estaban acostumbrados y por otro a pagar mucho más para calentarse o trasladarse al trabajo. El país no había visto protestas así en décadas. Los que han salido a parar las calles son trabajadores de una industria de vanguardia en el continente que empiezan a ver cómo pierden capacidad adquisitiva e intuyen el declive del sistema que les ha permitido un desarrollo envidiable. Por las mismas razones en Inglaterra las protestas no han dado tregua desde la salida de la Unión. El Brexit prometía el regreso a un paraíso soñado, pero desde la escasez de camioneros a las huelgas de la sanidad y la enseñanza, con hospitales y escuelas funcionando intermitentemente, el país no ha tenido un mes de tregua y el descontento se va trasladando a otros sectores: ahora los aeropuertos y en unas semanas a una parte de los funcionarios del Gobierno.
Lo más probable es que este descontento vaya contagiando otros países. El precio de la energía es el principal combustible que está incendiando las calles. Pero no el único. Después de la crisis sanitaria que mostró el abismo, la guerra ha provocado una crisis económica que está abriendo la brecha social precisamente en el continente donde se inventó el Estado de bienestar. Una alerta a la que Europa tiene que hacer frente porque la ganancia acaba en manos de populismos a uno y otro lado que acarician el poder poniendo en cuestión los pilares del sistema. Anuncio de la crisis que puede estar por llegar.
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