Protesta de 24 horas

La huelga en el transporte de pasajeros de Alemania paraliza casi todo el país

Reunión de crisis: Scholz, ante un tripartito crispado y una huelga bajo la sombra de Francia

Marina Ferrer

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Tras meses de paros puntuales, Alemania vivió este lunes una huelga del sector público de dimensión nacional, la primera en décadas y mientras la coalición de Olaf Scholz parece enrocada en sus tensiones internas.

El transporte de pasajeros quedó paralizado en prácticamente todo el país, con apenas algunas posibilidades de viajar desde o hacia Berlín –su aeropuerto siguió funcionando--, mientras por las estaciones, autopistas y puertos se desplegaban sindicalistas con pancartas y vistiendo chalecos amarillos. Solo en Frankfort, se han suspendido 1.170 conexiones que han afectado a 160.000 viajeros; en Múnich, 1.500 vuelos con 200.000 pasajeros afectados, y en Düsseldorf, 330 vuelos con 37.500 viajeros.

Había que remitirse a la década de los 90 (del siglo pasado) para dar con precedentes de una huelga de estas características. Entonces Alemania quedó paralizada durante semanas, con montañas de basura en la calle y mucha crispación social.

La huelga actual, este lunes, había sido convocada por el principal sindicato del sector público, Ver.di, y el de los ferroviarios EVG. Pararon los trenes de larga y de media distancia, mientras que en siete de los 16 'länder' la huelga se extendió también a los regionales y cercanías. Se suspendió asimismo el tráfico aéreo en los principales aeropuertos –con excepción del de Berlín--, la actividad portuaria en Hamburgo y el transporte público en ciudades como Múnich y otros grandes núcleos urbanos –con excepción, de nuevo, del berlinés.

Silencio sepulcral

La compañía de ferrocarriles alemanes, Deutsche Bahn, había cortado su servicio la medianoche del domingo a lunes. Algunos trenes de largo recorrido no salieron ya en la jornada anterior, ya que tenían prevista la llegada a su destino pasada la medianoche. El aeropuerto de Múnich también empezó a suspender vuelos el domingo.

A diferencia de lo que ocurre en Francia, las imágenes no eran de caos, sino de silencio sepulcral en estaciones y aeropuertos. Los ciudadanos estaban avisados y hasta 'entrenados'. En las semanas precedentes cientos de miles de pasajeros se habían visto afectados por los paros puntuales, aunque en días alternos, en distintos aeropuertos. También desde enero se habían afrontado paros puntuales en guarderías, clínicas, geriátricos y servicios de limpieza municipales.

Desde el Gobierno de Olaf Scholz se había recomendado recurrir al teletrabajo, a quien puede practicarlo, mientras que los poderes locales o regionales de los puntos más afectados recordaban que el mejor modo de llegar al puesto de trabajo en días como este lunes es la bicicleta.

No hubo caos, pero sí la sensación de que la de este lunes era efectivamente una huelga de advertencia en su sentido literal. Se produjo mientras en la ciudad de Potsdam, en las afueras de Berlín, se abría la tercera ronda negociadora entre los representantes de Ver.di y EVG y de la patronal –Gobierno federal, poderes regionales y municipales-.

Oferta cerrada

El presidente de Ver.di, Frank Wernecke, acudió a la cita recordando las dos reivindicaciones principales para los 2,5 millones de trabajadores del sector: un 10,5 % de aumento salarial y un mínimo de 500 euros de subida mensual para cualquier trabajador. El porcentaje tal vez pueda moverse. Pero el mínimo de 500 euros es irrenunciable para el sindicato.

La patronal acudió sin mover ni un decimal su oferta –un aumento del 5 % en dos años, lo que sería un 3% para el presente y 2% para el próximo. La ministra del Interior, Nancy Faeser, había expresado comprensión hacia el conjunto de ciudadanos afectados por el repunte de precios –que en octubre del año pasado llegó al 10,4%, pero cedió gradualmente hasta el 8,6 % de enero-- y los estragos acumulados en sus salarios reales. Pero también advirtiendo a los sindicatos contra "exigencias exageradas y reacciones desproporcionadas".

Para la ronda negociadora se han previsto tres jornadas a partir del lunes. Si no hay acercamiento, la amenaza de nuevas huelgas coincidirá con las vacaciones de Semana Santa. Quedaría la opción de una comisión de arbitraje entre ambas partes.

El Gobierno alemán teme un estallido social como el francés. Todo eso, en medio de una crisis de coalición de Scholz entre socialdemócratas, verdes y liberales. El tripartito se había reunido a puerta cerrada el domingo, a las 18.30. Veinte horas después seguían ahí, sin perspectivas de solución en las posiciones confrontadas entre los verdes del titular de Economía y Protección Climática, Robert Habeck –que reclama inversiones en renovables y ambición climática-- y los liberales del ministro de Finanzas, Christian Lindner --que insiste en el regreso a la senda de la contención presupuestaria--. Pasadas las 14.00 horas del lunes, se anunciaba la interrupción de la sesión para seguir disputando una prórroga, este martes.