Artículo de Maria Teixidor

Actividad económica y perspectiva de género: los costes ocultos que asumen las mujeres

Hace falta una revisión de los sistemas cálculo o, cuando menos, complementarlos con otros que ofrezcan una visión más real de la actividad económica de unas y otros

Businesswoman working at her office desk with documents and laptop

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En las últimas décadas, las mujeres hemos hecho importantes avances en la participación en la actividad económica, laboral y empresarial. Aun así, continúan existiendo discriminaciones que hay que erradicar para conseguir la igualdad efectiva entre hombres y mujeres.

Los datos objetivos constatan que todavía hay una menor participación de las mujeres en la actividad emprendedora y por cuenta propia y una menor presencia de mujeres en puestos de responsabilidad. Muchas de las mujeres que trabajan por cuenta ajena lo hacen con peores condiciones que los hombres, teniendo en cuenta que existe una mayor temporalidad y parcialidad que inciden los salarios y las bases de cotización.

La base de estas desigualdades tiene su origen en dos características de la actividad productiva: la discriminación sectorial, según la cual las mujeres predominan en las actividades de servicios mientras que los hombres lo hacen en las industriales, y el reparto desigual del trabajo no remunerado.

Ambas características convergen a la hora de computar la aportación de las mujeres a la actividad económica del país, teniendo en cuenta que los sistemas oficiales de contabilización computan exclusivamente la actividad productiva. En este sentido, las actividades que tienen una menor contribución al valor de la producción, como es el caso de los servicios, tienen una menor consideración en el cómputo de actividad total. Paralelamente, los sistemas de cómputo ignoran el valor de las actividades de trabajo no remunerado, de forma que se invisibiliza un trabajo realizado mayoritariamente por mujeres. 

Estas actividades no controladas ni monetizadas suponen un importante coste oculto de la actividad de producción asumido principalmente por las mujeres.

Un estudio realizado por la Comisión Mujer y Empresa de PIMEC y la Universidad de Santiago de Compostela constata que si tenemos en cuenta estos costes ocultos, nuestro PIB aumenta un 40% y, de este, las mujeres aportamos un 51,8%. Queremos poner en valor esta cifra porque explica la importancia de la aportación de las mujeres a la economía y evidencia que la toma de decisiones macroeconómicas identifica aquellas actividades que se considera que tienen una contribución más grande a la actividad productiva total y un efecto tractor a la hora de priorizarlas en la concesión de ayudas. Esta práctica discrimina especialmente a las mujeres. Hace falta una revisión de los sistemas cálculo o, cuando menos, complementarlos con otros que ofrezcan una visión más real de la actividad económica de unas y otros.

Hay que avanzar en el enfoque dual en todos los programas de ayudas públicas y mejorar el diseño de las medidas de apoyo a todos los sectores: que incluyan financiación específica para la igualdad de género y requisitos explícitos para la integración de la perspectiva de género. Hace falta que el reparto de los Fondos europeos Next Generation, que comprometen el futuro de las generaciones más jóvenes, cuenten con este enfoque. De lo contrario, más que conseguir el objetivo de igualdad, estaremos perpetuando las desigualdades existentes.

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