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Una década prodigiosa hasta 2035

Un coche eléctrico en un punto de recarga

Un coche eléctrico en un punto de recarga / JAVIER CEBOLLADA / EFE

Albert Sáez

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El Parlamento Europeo ha mantenido el pulso y ha aprobado de manera definitiva que en el año 2035 se dejarán de vender vehículos alimentados con combustibles fósiles. Los conservadores y la ultraderecha votaron en contra a pesar de que el vicepresidente de la Comisión, el popular Frans Timmermans, mostró su entusiasmo por la medida. Esta es una de esas noticias que provoca más consecuencias que comentarios. Mal asunto en la era de las redes sociales. Pero la prensa responsable no podemos dejar de destacar la importancia histórica del hecho. La invasión de Ucrania y su impacto en los costes energéticos no ha alterado los planes europeos. Tenemos por delante 12 años apasionantes, similares a los que se vivieron tras la popularización de la máquina de vapor o del motor de combustión. Esta medida significa en la práctica una total renovación de la flota automovilística de los 27 países de la UE con el reto de que la fabricación de los nuevos coches eléctricos y de sus componentes no supere en emisiones a las que se evitarán con el uso de la electricidad como energía de propulsión. 

Pero el desafío es aún mayor. La lucha contra el cambio climático tiene un componente normativo. La UE ha hecho su trabajo. Pero el resto de niveles administrativos deben hacer lo propio, creando las infraestructuras necesarias para la electromovilidad como los puntos de recarga o las electrolineras; las empresas fabricantes se deben igualmente comprometer en ver el negocio a largo plazo y no aprovechar el diferencial normativo abusando de los precios durante estos años y alargando la transición; y, finalmente, los ciudadanos deben también asumir sus propios compromisos ejerciendo de consumidores responsables, pero también apoyando acciones aparentemente menores como dar permiso para colocar un cargador en un párking comunitario. El planeta es de todas las personas y, hoy, su progreso pasa por la electrificación de la movilidad. No hay marcha atrás, afortunadamente.

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