Caleidoscopio | Artículo de Julio Llamazares

Vinicius

Las autoridades deportivas y los gobiernos deberían tomarse el problema en serio, pues la violencia sin controlar es materia peligrosa y muy contagiosa

REAL MADRID  VALENCIA CF Vinicius

REAL MADRID VALENCIA CF Vinicius / EFE/ Juanjo Martin

Julio Llamazares

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Media España discute desde el domingo si Vinicius, el jugador brasileño del Real Madrid, provoca a los rivales o son estos los que le provocan a él. El debate, sin embargo, a mi entender es otro. El debate para mí es: ¿estaría media España discutiendo sobre Vinicius si, en lugar de en el Real Madrid, jugara en el Valladolid, por ejemplo?

Paralelamente a lo de Vinicius, en España también se discute estos días sobre la reforma de la ley del 'sí es sí' (que ya parece más bien del 'no es no' por la resistencia a cambiarla para corregir sus efectos indeseados por parte de algunos de sus hacedores) y sobre si los perros de caza deben incluirse o no entre los animales a proteger por ley, pero la discusión que predomina sobre el resto de asuntos de actualidad, incluida la separación de Mario Vargas Llosa e Isabel Preysler y la canción que Shakira le dedicó a Gerard Piqué y su nueva novia, que ya va quedando en la distancia por suerte, es la de si Vinicius debe ser protegido de las provocaciones de los rivales de otros equipos más allá de que lo haga el árbitro, así como de los insultos que recibe de los aficionados en los estadios en los que su equipo juega. El problema de Vinicius se ha convertido así en un problema nacional sobre el que todo el mundo se manifiesta, sepa de fútbol o no, como corresponde a una figura del balompié que además juega en el equipo de España por excelencia. Poco da que en sus filas ya solo se alineen normalmente uno o dos jugadores españoles y que el resto parezca una representación de la ONU, como, por otra parte, sucede con casi todos los clubs de fútbol de Europa.

En esas circunstancias, sorprende aún más la insistencia de algunos comentaristas en defender a Vinicius acusando de racismo a los aficionados que le insultan, más allá de que muchos sean racistas sin duda ninguna. La acusación de racismo valdría si Vinicius fuera el único jugador negro del Real Madrid, pero resulta que más de la mitad del equipo lo son y nadie los insulta como a él o, si lo hacen, se consideran insultos normales en unos estadios a los que parece que mucha gente va a desfogarse y a dar lo peor de sí más que a disfrutar del juego. El lamentable y perseguible por ley suceso del muñeco colgado de un puente de Madrid con el nombre de Vinicius en claro mensaje de hostilidad hacia él no sería más que uno nuevo en el triste y largo rosario de incidentes y agresiones que rodean a un deporte que, por la razón que sea, canaliza la violencia de una sociedad enferma que confunde un equipo de fútbol con un ejército y los colores de una camiseta (que, además, cambian en función del negocio económico) con una ideología, una ciudad o un país. Enfermedad a la que contribuyen muy a menudo los presidentes y entrenadores de esos equipos (¿quién no recuerda a Mourinho?) y los propios jugadores jaleando a los aficionados con sus gestos como si fueran juntos a una batalla en vez de limitarse a jugar al fútbol, que es para lo que les paga el club. Quién es el que provoca a quién es algo muy discutible desde este punto de vista y las autoridades deportivas y los gobiernos deberían tomarse el problema en serio, pues la violencia sin controlar es materia peligrosa y muy contagiosa y más en un país tan polarizado como está España, donde cualquier asunto sirve para la discusión airada. 

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