GOLPE FRANCO

Pedri. Su nombre es Pedri

Pedri celebrando su gol junto a Ansu Fati

Pedri celebrando su gol junto a Ansu Fati / Sport/Javi Ferrandiz

Juan Cruz

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El mejor del partido. ¿Y el Barça? Habría que preguntarse por qué los comentaristas son vencidos por la tentación de pensar que delante no juega nadie. ¿Cómo jugar si estás solo? No habría fútbol sino ensimismamiento. Pero el Barça jugaba esta tarde de sábado contra el Girona, que no sólo es un equipo bien hecho, sino que, además, le tiene ganas al Barcelona, como es natural. Tiene jugadores que proceden de la Masía y quieren volver, por supuesto, a su lugar de origen, esa cuna del fútbol de la que provienen genios o aspirantes. Esa procedencia es también un destino: no puedes jugar como te dé la gana (es decir, la desgana) sino que estás obligado por una rabia de origen, la que proviene de la vergüenza ética a la que aboca el buen fútbol: no perder ni la dignidad ni la pelota. 

Hubo un hecho añadido a la naturaleza que se espera de un equipo como el Girona, competitivo desde la rabia y desde los otros elementos constitutivos de la competición: la calidad, la intención, la lucha. Ese hecho tiene ahora una enorme relevancia porque apela al mejor de los 22 en el partido más reciente, que también acabó uno a cero. Nada más empezar el encuentro se deshizo un muslo de Dembèlé, y ese es un desvalor mayor en una contienda a cara de perro (o de juego defensivo) como el partido que planteara el Girona. Ese regreso a la realidad de la fragilidad de las personas, pues el francés no es Superman, puso al Barça ante su propia contingencia: que ahora no hay un futbolista más poseído del destino del juego (el gol) que este intrépido número siete. Fuera de juego Lewandowski, todas las miradas se centran en Dembélé. Tuvo que salir Pedri de la sala de espera para hacer del Barça un equipo estéticamente preparado para marcar. Y fue tan bueno que al final lo premiaron con el galardón virtual al mejor del encuentro.

Futbolista con guantes

Pedri. Su nombre es Pedri. Juega con guantes (como otros) porque los de Tegueste saben que el frío es el peor enemigo del hombre, y juega como si tuviera el cuerpo dispuesto a hacer belleza futbolística hasta cuando tiene la pelota lejos. La huele, la vislumbra, parece que siempre lleva esos prismáticos con los que simula buscar a los suyos (a su familia: esos son los suyos) en cualquier sitio del estadio. Hubo un momento en que ese cuerpo le dejó de funcionar, fue un instante que parecía una eternidad, porque en las circunstancias en las que se desarrollaba el juego su apartamiento hubiera sido una convocatoria fatal del infierno.

Claro que se echó en falta Dembélé. Alguien le dijo, yo estaba delante, a un importante artista español que aquel gol que dibujó el francés el otro día ante la Real Sociedad era, en la trayectoria de este futbolista que en un tiempo parecía mudo, como el Mediterráneo de Serrat en la impresionante trayectoria del cantante del Poble Sec. Este sábado esa zancada hizo falta para que el Barça dejara de jugar en mares turbulentos. Así que no hubo mediterráneo tranquilo, y hubo de venir un artista del Atlántico a impedir que la sequía o el contrario se llevaran por delante la ilusión de Xavi Hernández, al que hay agradecer, además, la paciencia de esperar a que su equipo no sea tan solo el genio de estos muchachos sino, también, la presencia genial de Ter Stegen. 

Pedri, recuerden, su nombre es Pedri. También cuando está Dembélé.  

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