Gárgolas | Artículo de Josep Maria Fonalleras

Serrat y la niebla

Las canciones de Serrat han creado escenas íntimas y vivencias de todos, han juntado generaciones, alentado y provocado melancolías

Serrat empieza la despedida en el Palau Sant Jordi.

Serrat empieza la despedida en el Palau Sant Jordi. / FERRAN NADEU

Josep Maria Fonalleras

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No tenemos a mano tantas referencias comunes como habíamos tenido hace unos años. Es curioso. Claro que hay eventos que nos reúnen y nos convierten en comunidad. Como la muerte de Isabel II, por ejemplo, que es contemplado como un ejemplo de concentración del interés en un espacio y un tiempo delimitados. Y también vivimos concentraciones multitudinarias en torno a un triunfo deportivo (véase Argentina), de un desiderátum político o de un espectáculo de masas con formato musical. Pero de lo que hablamos cuando hablamos de globalización (habiendo universalizado a los referentes) es también una atomización de los intereses colectivos. Nos cuesta comentar algo que nos pertenezca y que nos interpele a todos, como generación o como habitantes contemporáneos de un mismo planeta, más allá de las minucias (estas, las sabemos todas) sobre la vida íntima de estrellas o personajes famosos. Tendemos más bien a la burbuja (que concentra y se convierte en cápsula) que a la niebla (que abraza el paisaje y lo envuelve, sin límites).

Quizá por eso hemos hablado tanto de Joan Manuel Serrat, ahora que da el último concierto. Porque nos ha explicado. Porque, explicándose, también, nos ha conformado, es decir, nos ha proporcionado un sentimiento de pertenencia. No hablo de lenguas o de naciones, sino de esa patria sentimental que está fundamentada en el imaginario personal y, al mismo tiempo, en la memoria colectiva. Las canciones de Serrat han creado escenas íntimas y vivencias de todos, han juntado generaciones, alentado y provocado melancolías. Lo que estos días hemos oído tantas veces, aquello de “la banda sonora de una época”, es cierto quizás porque ya se ha convertido en un lugar común, y lo es en el sentido que la música de Serrat (desde la autobiografía a las palabras de los poetas), popular, arrebatada y serena, nos ha convertido en comunidad. Más allá de la edad y me atrevería a decir que incluso por encima de los gustos musicales de cada uno. Habiendo creado un estilema intransferible, con un eco que podemos identificar como una melodía familiar, de hecho, Serrat ha dibujado el perfil de las montañas y las almas, de los bosques, las playas y las inquietudes, del escenario humano en el que hemos habitado.

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