Artículo de Xavier Bru de Sala

Bombo electoral: Trias tiene tres bolas negras

Hay un antes y un después del tropiezo de Junts con los propios cataplines y la consiguiente precipitación en el gélido pero combativo abismo del radicalismo

El exalcalde de Barcelona, Xavier Trias

El exalcalde de Barcelona, Xavier Trias / Joan Cortadellas

Xavier Bru de Sala

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Xavier Trias se presenta ligero de equipaje: solo un nombre y un talante. Un nombre que es el suyo. En vez de programa, cuatro vaguedades que contraponen el orgullo ciudadano de sus posibles votantes a la suciedad de las calles. Tanto es así que en el único mensaje político de su gala de presentación lamentaba que Convergència se hubiera hecho el harakiri, al contrario de PP y PSOE en situaciones similares. Trias fue el alcalde convergente y ahora ha vuelto a introducir la cartulina con su nombre en el bombo que adjudicará la alcaldía: Maragall, Colau, Collboni, o él mismo. Dice que tiene un sondeo que le pronostica victoria, pero aunque así fuera, la vara no será para el que gane sino para quien sume más apoyo de concejales de otras formaciones.

Es en ese sentido que lo tiene difícil. El impedimento no se llama Xavier Trias. Su talante apacible de persona anti-nada y capaz de entenderse con todo el mundo le iría a favor... si no fuera que, por mucha suerte que tenga, no tiene nada que hacer si no se levanta el implacable veto de los otros tres partidos a las siglas que representa. De ahí que tenga toda la razón y haya acertado de lleno cuando él, convergente hasta la médula y hasta la ya próxima hora del réquiem, lamenta la desaparición de un tan jugoso como efímero partido. ¿No sabe que de paso también lamenta la suya?

Eso, la sentencia irreversible de los demás, sobrevendría al final, suponiendo que las cosas le fueran como él espera. Antes tendrá que convencer a un número significativo de barceloneses de orden para que voten al candidato de un partido que renuncia a gobernar para instalarse en la confrontación. Como él y los lectores saben muy bien, hay un antes y un después del tropiezo de Junts con los propios cataplines y la consiguiente precipitación en el gélido pero combativo abismo del radicalismo. De ahí que la jarra del cuento de la lechera posconvergente se rompa antes empezar a llenarse. De ahí que el sueño que desde fuera se supone al alma pragmática de Junts, consistente en recuperar las riendas de la formación a base de encomendarse primero a san Trias ya continuación al arcángel Giró, no pase de suposición delirante de analistas tan enfervorizados y poco aplicados como replicantes: el partido se encuentra unido por un solo propósito, una misión extraída de l’Estaca de Lluís Llach, con la diferencia de que ahora hay que estirar fuerte por aquí y fuerte por allá para que caiga Esquerra y se abran las puertas del cielo independentista, y da igual si antes hay que instalarse de nuevo en el purgatorio autonomista y repetir el “no és això, companys, no és això”.

Llamamiento a los votantes del PP aparte, Trias se considera capaz de gobernar con el PSC "e incluso con Esquerra". Con Ada Colau no, por supuesto. Ahora bien, ¿puede alguien con dos dedos de frente pensar que el talante y el nombre de Xavier Trias pueden mover un solo milímetro la pesada roca de la Catalunya 'esquerrosocialista'? Que no, en modo alguno. Ya antes de empezar, Trias encaja no una ni dos sino tres bolas negras por el solo hecho de pertenecer al partido de los ‘pirats’.

De modo que, queridos colegas, si alguna vez hubo sospechas o pronósticos más o menos argumentados de polarización Colau-Trias en perjuicio de Maragall y Collboni, este tipo de especulaciones han dejado de tener sentido. Aunque cueste ver después del segundo harakiri de Convergència, el que Trias no quiere ver pero lo desangra, Catalunya es cosa de dos. Hasta hace poco fue cosa de cuatro, o quizás de cinco cuando la comparsa de la CUP mantenía las ilusiones de la mayoría independentista. Ahora, aunque puede parecer, gracias a Colau, Albiach o Assens, que la manejan entre tres, la verdad, triste u optimista, es que los Comuns estorban tanto a Esquerra como al PSC.

En verosímil aunque provisional conclusión, el panorama de fondo, el escenario, las mismas corrientes que predicen con toda claridad el batacazo de Trias, también favorecen el final del fenómeno Colau, que no sería víctima de sus errores sino de circunstancias paralelas, las que arrinconaron al PSUC cuando las gloriosas expectativas de la Transición desembocaron en la placidez del orden autonomista que hizo de Catalunya aquel lago que tanto le gustaba al mismo Trias que hoy representa la persistencia del temporal.

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