Artículo de Carlos Carnicero Urabayen

Atrapados en el carrusel del Brexit

La tarea de recuperación de la credibilidad británica entre los mercados y la comunidad internacional necesitará bastante más que elegir a un nuevo líder

Discurso de Cameron

Discurso de Cameron

Carlos Carnicero Urabayen

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Cada cierto tiempo, entre disparate y disparate que se sucede en la política británica desde que se puso en marcha la separación del país de la UE, vuelve a salir a la luz aquel tuit de David Cameron en la campaña electoral de 2015. “Gran Bretaña se enfrenta a una simple e ineludible elección: estabilidad y gobierno fuerte conmigo al frente, o caos con Ed Miliband”. No conocemos los aciertos y errores que hubiera tenido el laborismo en el gobierno con Miliband, pero lo que es seguro es que ha sido el Partido Conservador quien ha convertido un problema interno de su partido en una perpetua crisis nacional.

Desde que Cameron ganara aquella elección y prometiera un referéndum sobre la pertenencia a la UE, el país ha conocido cuatro primeros ministros y siete responsables de finanzas. En unos días, un quinto primer ministro sucederá a la dimitida Liz Truss, que se lleva de Downing Street la medalla de haber sido la líder en la historia británica que ha pasado menos tiempo al mando: 44 días.

Truss llegó al cargo con la promesa de convertir el Reino Unido en un país con impuestos bajos y alto crecimiento económico, una ecuación apoyada sobre las “libertades que ha traído el Brexit”. Tan pronto como Truss anunció su plan de impuestos, los mercados internacionales se pusieron en alerta al vaticinar un empeoramiento de la inflación (que ronda el 10% y es la más alta desde 1982) y unas cuentas públicas insostenibles. La mañana del 26 de septiembre, la libra esterlina rozó el dólar, su valor más bajo en cuatro décadas.

Es tentador pensar que la pandemia, y ahora la crisis energética propiciada por la invasión rusa, son las culpables del carrusel de fantasía que desborda la política británica. Al fin y al cabo, vivimos tiempos excepcionales y no parece un trabajo fácil ponerse al mando. Pero no es casual que sea la economía británica la que menos crece de entre los miembros del G-7. También es algo sospechoso que en 2016 el tamaño del PIB del Reino Unido representara el 90% del alemán, y hoy sea del 70%.

“No te puedes quedar con la tarta y comerla al mismo tiempo”, dice un proverbio inglés que se repite una y otra vez desde que las élites que han propiciado la separación británica insisten en que es posible desintegrar la economía británica de un bloque como la UE y a la vez prosperar como si no hubiera pasado nada. La percepción de vida en un mundo mágico ha instalado los procesos de decisión en Downing Street desde hace unos años, pero los volantazos de realidad –el último de ellos propiciado por los mercados hasta cortar la cabeza de Truss– muerden a cada rato.

Se ha puesto en marcha la campaña para elegir al sucesor de Truss. Tiene posibilidades Rishi Sunak, el exministro de Economía al que Truss derrotó en las primarias del partido. Sunak tiene la ventaja de haber alertado con detalle sobre la reacción de los mercados en caso de que la dimitida primera ministra pusiera en marcha su plan de reducción de impuestos. Pero le pesa ser visto por algunos en su partido como el causante de la decapitación política de Boris Johnson, que ahora amenaza con volver al número 10 de Downing Street.

Sea quien sea el ganador de la contienda exprés para suceder a Truss, parece inquietante que por segunda vez en unas pocas semanas el grupo parlamentario ‘tory’ y unos miles de sus militantes vayan a decidir quién lidera el país sin elecciones generales de por medio. Como sugiere un editorial del ‘Financial Times’, este proceso no solo “ignora el creciente déficit democrático del país, sino también la falta de competencia demostrada por su lamentable gobierno”.

La tarea de recuperación de la credibilidad británica entre los mercados y la comunidad internacional necesitará bastante más que elegir a un nuevo líder. “Si el país parece comportarse como un mercado emergente con un gobierno caótico, los inversores te tratan como tal”, decía el mencionado editorial. La preocupación en Bruselas y otras capitales por la falta de estabilidad en el Reino Unido es genuina, sobre todo en un complicadísimo clima de confrontación con Rusia. El invierno será largo y la unidad occidental debería disponer de un Reino Unido con el que se pueda contar.

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