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Las discotecas y el interés general
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
Albert Sáez
El filósofo de cabecera de Zapatero (volvemos de nuevo al personaje) Philip Pettit hizo un flaco favor a la izquierda al proclamar que no existe el interés general. Según el precursor del republicanismo, la misión del gobernante es conciliar los distintos intereses sectoriales en lugar de establecer prioridades. Barcelona ha perdido 125 discotecas y pubs. El ayuntamiento, atendiendo demandas de los vecinos, ha ido limitando las licencias o incrementando las exigencias hasta que los promotores han desistido. ¿Qué ha pasado entretanto? Ha aumentado el número de botellones en la calle. Han hecho más ruido. Y también se han molestado los vecinos. Piden más policía y se quejan de la suciedad asociada. De igual forma, han proliferado las macrodiscotecas en los polígonos de los suburbios metropolitanos. Más riesgo de accidentes de tráfico. Y los padres y la madres peregrinando hasta Mataró o Sabadell trayendo y llevando jóvenes durante la madrugada. Pettit puede dormir tranquilo. El ayuntamiento ha atendido a los diversos intereses particulares. Pero, ¿era eso lo que convenía?
Vivimos en tiempos de la política TikTok, un corte de treinta segundos y ya veremos qué diremos o qué haremos en el siguiente. Quejas por las discotecas, las cerramos. Quejas por los botellones, los perseguimos. Quejas por el aumento de la siniestralidad, ya no sabemos lo que haremos.
No es de extrañar que en este contexto, la Ejecutiva de un partido político no le diga a la militancia abiertamente qué propone votar en una consulta interna. Ni tampoco que un presidente casi expulse a sus socios sin decir con quién va a gobernar. Defender el interés general requiere coraje, algo que falta en la política y en la sociedad actuales. La doctrina de Pettit no deja de ser una apuesta por el populismo, y el de izquierdas es tan letal como el de derechas. Tantos años de tecnocracia sin alma, nos han dejado este legado. Aquel “gato negro, gato blanco, lo que importa es que cace ratones” de Felipe González llevó a los partidos centrales del sistema a tal grado de cinismo que dieron alas a los populistas. Solo faltaron cínicos profesionales como Pettit que dieron alas intelectuales al tacticismo de los 'spin doctors'. Y así estamos, sin discotecas.
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