La espiral de la libreta

El hilo de los días

Parecer ocurrente a diario, cada mañana, desgasta más que una lija del 15

Una joven escribe en una libreta junto a una pila de libros.

Una joven escribe en una libreta junto a una pila de libros. / Pexels / Monstera

Olga Merino

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Almaceno muchas libretas, llenas y vacías, regaladas y las que sigo comprándome por vicio fetichista. Simultaneo cuatro: el diario íntimo; el cuaderno del pan (presuntas ideas para un artículo o lo que encarte, recados, listas de procrastinaciones); el bloc de andar por ahí; y la libreta azul, de fantasías gótico-victorianas (de tapa dura, con cierre de presilla e ínfulas estéticas de antigua). En el bloc de callejear, encuadernado en espiral y que duerme en el bolso, apunto alguna ocurrencia, frases cazadas al vuelo, impresiones y naderías como la avistada hace un rato en el pizarrón de un bar, donde el menú sugiere, entre los segundos platos, un «sanjacobo del chef», sintagma que representa en sí mismo una fantasía lírica de alto vuelo, un echarle ganas al invierno que se avecina. Cuadernos a montones de los que, en los días por venir y si nadie lo remedia, este rincón oreará un tendal de fragmentos, un guiso aceptable que, en lo posible, no sepa a «gatuperio», palabra que nadie usó mejor que Galdós («mezcla de diversas sustancias incoherentes de que resulta un todo desabrido o dañoso»). Un dietario. Al menos, un simulacro de él, del hilo de los días.

La némesis de los lentos

Albert Sáez, director de esta santa casa, me lanzó una propuesta a la que me he resistido durante semanas con la terquedad de un muelle: un artículo diario; o sea, la némesis del plumilla, cronista o gacetillero lento. Toda la vida intentando mantener el cuarto propio despejado de sujeciones —nóminas, cargos con sueldo (¡ay!), hipotecas lápida, jefes chungos, hijos, maridos imposibles— como para atarme al tobillo a estas alturas un grillete con cadena y bola. Pero como las contradicciones me salvan, heme aquí, agradecida, ilusionada y, a qué negarlo, algo inquieta. Un artículo diario —o casi, de miércoles a domingo— desgasta más que una lija del 15. Bien lo saben los anteriores inquilinos de este pisito (Josep Maria Fonalleras, Emma Riverola), que son estupendos. Parecer cada día ocurrente, ingeniosa e informada a un tiempo, sin sonar pedante ni aburrida, sorteando al paso repeticiones y rimas internas: ahí es nada. Días atrás, leí una entrevista que le hicieron a Enric Sòria un par de años atrás, donde el poeta, de quien me encantó su dietario 'La lentitud del mar' (Proa), advierte: «La prensa y la escritura de un dietario son contraindicados […]. La prensa chupa lo que escribirías en el dietario, colide». Menudo berenjenal. No parece un buen presagio, pero 'too late'; la barcaza ha salido al cabotaje