Artículo de Pere Puigdomènech

Miremos hacia arriba

El cielo estrellado nos habla del origen del universo, de la historia en la que hemos convivido con mitos y descubrimientos científicos y del futuro en el que nuestra actividad se va extendiendo por él

Primera imagen del telescopio James Webb

Primera imagen del telescopio James Webb / NASA

Pere Puigdomènech

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Estos días que muchos salimos de las grandes ciudades, podemos ver el cielo de forma bien distinta. Si la noche está clara, una vez oscurece debemos mirar hacia arriba. Allí encontraremos el mayor espectáculo del mundo. Las constelaciones se nos aparecen con sus enigmáticas estructuras, pero también la Luna con sus cambios regulares de fases y los planetas que se desplazan como vagabundos entre las estrellas. A principios de agosto las estrellas fugaces nos hacen pasar la noche al aire libre para ver cuál será la más espectacular. Ahora tenemos también unos nuevos objetos que son los satélites que están poblando el espacio a millares. Para ver mejor el cielo, estamos lanzando instrumentos más allá de la atmósfera como el telescopio ‘James Webb’ que nos abren nuevas ventanas al universo. Nunca nos cansaremos de mirar hacia arriba.

De los indicios que nos restan de cómo pensaban nuestros antepasados hace miles de años, debemos concluir que los movimientos de los astros eran uno de sus principales intereses. Tenemos en todo el mundo restos de observatorios astronómicos a veces muy complejos. El destino de los humanos parecía estar ligado a los movimientos de los astros que enviaban mensajes a menudo indescifrables. Uno de los gestos fundadores de la ciencia moderna lo hizo Galileo Galilei al dirigir por primera vez un telescopio hacia el cielo. Allí descubrió las manchas del Sol y los satélites de Júpiter, observaciones que abrían nuevos caminos a la astronomía y al pensamiento científico. Tras él, Isaac Newton inició lo que se llamaría la mecánica celeste, que permite entender y predecir los movimientos de los astros. Desde entonces no hemos dejado de perfeccionar los telescopios. Los hemos hecho más potentes, observamos otras radiaciones como las que detectamos con los radiotelescopios y los hemos puesto en lugares tan especiales como las montañas de las islas Canarias, Hawái o Chile.

El último instrumento astronómico es el telescopio ‘James Webb’ lanzado en diciembre de 2021 por la NASA con colaboraciones de las agencias del espacio europea y canadiense. Es uno de los instrumentos más complejos que hayan sido jamás construidos. Se empezó a fabricar en 2004 y ha costado unos 10.000 millones de dólares. Su espejo de 6,5 metros de diámetro se desplegó al llegar a su destino a 1,5 millones de kilómetros de la Tierra, en un lugar donde las gravedades del Sol y la Tierra se equilibran. Es cien veces más sensible que su predecesor, el telescopio 'Hubble', y detecta sobre todo las radiaciones infrarrojas que abren una ventana a objetos más lejanos. Las primeras imágenes que han llegado a la Tierra nos demuestran las cualidades del nuevo telescopio con el que se podrán tener imágenes más claras de la estructura de objetos de nuestra galaxia y de más lejanas.

El espacio se ha convertido en un lugar de comercio y competición que estamos llenando sin demasiado control de objetos que nos observan, y de basura

Pero si miramos al cielo veremos cada vez con más frecuencia la presencia de objetos humanos. Por un lado las luces de aviones que pasan por sus rutas aéreas. Detrás de estas luces puede haber decenas de personas que van de vacaciones o al trabajo o quizás vuelven a casa medio dormidas. Si miran por la ventana descubrirán las luces de nuestros pueblos. Por otro lado, también veremos las luces de satélites que avanzan por el cielo en todas direcciones. El precio de lanzar satélites ha descendido mucho y ahora hay miles de objetos que observan la Tierra o transmiten mensajes. Algunos son militares, muchos privados. El cielo se ha convertido en un espacio de comercio y competición que estamos llenando sin demasiado control de objetos que nos observan, y de basura.

Seguimos mirando al cielo como hemos hecho siempre. Buscamos los orígenes del universo y su dinámica e incluso quizás algún día encontraremos indicios de algún planeta habitado. Desarrollamos tecnologías que nos permiten enviar objetos de exploración al espacio y ya algunos piensan en explotar recursos que se encuentran en asteroides o planetas. El cielo estrellado nos habla del origen del universo, de la historia en la que hemos convivido con mitos y descubrimientos científicos y del futuro en el que nuestra actividad se va extendiendo por él. El gran espectáculo de las noches claras y estrelladas nos sigue fascinando y es un espejo en el que se refleja nuestra historia. Mirar solo a ras de suelo o pegados a pantallas empobrece nuestra vida.

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