Artículo de Astrid Barrio

Pedro Sánchez, a debate

El presidente aborda la cita en un momento complejo: un escenario económico espinoso, una relación con Podemos siempre envenenada, una mayoría parlamentaria incierta y un PP reforzado

Pedro Sánchez.

Pedro Sánchez.

Astrid Barrio

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Pedro Sánchez se enfrenta esta semana a su primer debate del estado de la nación, en realidad su primer debate de esta naturaleza y el primero que se celebra en siete años. Señal de que, a pesar de todas las excepcionalidades vividas en los últimos años, se está recuperando el normal funcionamiento de las instituciones. Ahora solo quedaría renovar los órganos institucionales, en particular el Consejo General del Poder Judicial y el Tribunal Constitucional, y la normalidad sería completa. Mientras tanto, Sánchez aborda el debate en un momento complejo y con diversos frentes abiertos. Un escenario económico espinoso, una relación con Podemos siempre envenenada, una mayoría parlamentaria incierta, con el frente catalán petrificado, y un PP reforzado.

La situación económica, como consecuencia del alza continuada de precios y a pesar del incremento de la ocupación habitual en temporada estival, es incierta, y las perspectivas a partir de septiembre no son nada halagüeñas. Ya hay incluso quien alerta del riesgo de estanflación. Justo después de las elecciones andaluzas Sánchez aprobó un paquete de medidas dirigidas a tratar de minimizar los efectos de la inflación, atribuida a la guerra en Ucrania, y se espera que en el debate se anuncien nuevas medidas que sirvan para consolidar el giro izquierdista. De momento, no parece que sirvan para contener los precios, de ahí que la parte socialista del Gobierno ya haya planteado la necesidad de un pacto de rentas que frene el alza de los salarios, ante el cual los sindicatos hacen poco ruido y permanecen expectantes, quién sabe si por afinidad ideológica o por responsabilidad, al igual que la ministra de Trabajo.

La relación con Podemos y con los objetos políticos derivados siempre es compleja, como demuestra el último encontronazo a propósito del incremento del gasto militar acordado en la cumbre de la OTAN celebrada en Madrid. Y más que lo será a partir de ahora, en pleno proceso de escucha y de construcción de Sumar, el nuevo proyecto de la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, que puede tener un efecto doblemente desestabilizador. Por un lado, enervando la competencia entre las ministras de ese espacio y, por el otro, incentivando sus reticencias a asumir la factura de la crisis, aunque probablemente sin ir más allá del aspaviento. El escaparate de la vicepresidencia se antoja demasiado preciado como para darse a la fuga a lo Pablo Iglesias.

El debate deberá servir para exhibir una hoja de ruta que permita garantizar el apoyo del resto de socios parlamentarios, sin los cuales los presupuestos de 2023 peligran. La atención prioritaria se centra en Esquerra Republicana, muy ofendida desde el estallido del caso Pegasus, a quien ya desde hace semanas se está mimando y a quien se intenta atraer de nuevo por medio de la reactivación de la mesa de diálogo. Este viernes mismo se reunirán el presidente del Gobierno y el de la Generalitat para escenificar un deshielo que servirá al PSOE para allanar el camino a la aprobación del Presupuesto y a ERC para reafirmar ante Junts per Catalunya, que este fin de semana celebra la segunda parte de su congreso, que su apuesta estratégica es la correcta.

El PP acude al debate reforzado tras la victoria popular en Andalucía, lo que, junto con algunas encuestas, está alimentando las expectativas de un cambio de ciclo en la política española, algo que solo se verá confirmado en las elecciones de mayo. Pero su nuevo líder, Alberto Núñez Feijóo, al no ser diputado, no podrá medirse con Pedro Sánchez, que será replicado por Cuca Gamarra. Una anomalía que restará morbo al debate  y dejará a Sánchez todo el espacio mediático. El PP, no obstante, no tiene prisa. Por ello este no va a ser un debate sobre el estado de la nación, va a ser un debate sobre el estado de Sánchez, quien se crece en las adversidades, y aunque llega al debate debilitado, con la cumbre de la OTAN como única alegría, saldrá reforzado y habiendo amarrado la legislatura y contentado a sus aliados. Pero una cosa es ganar este debate parlamentario y otra ganar en la calle, sobre todo teniendo en cuenta que según los datos del último barómetro del CIS, a los ciudadanos Feijóo ya les inspira más confianza que Sánchez. 

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