Ágora

Indignación y preocupación por los hechos de Melilla: así, no

Exigimos una gestión más humana del fenómeno migratorio, un mejor trato a las personas migrantes y un mayor respeto a las víctimas

PROTESTAS INMIGRANTES MELILLA

PROTESTAS INMIGRANTES MELILLA / F. G. GUERRERO

Roger Torres, Rafael Allepuz, Ramon Niubó

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Estos días hemos visto imágenes que nunca hubiéramos querido ver y hemos oído declaraciones que no hubiéramos querido oír nunca, y menos por boca de quien las hacía.

El pasado viernes, festividad de San Juan, unas 2.000 personas intentaron entrar en la ciudad autónoma de Melilla con el resultado de más de una veintena de fallecidas y muchas más heridas. Las imágenes que corren por las redes son escalofriantes, inhumanas.

Pero este espectáculo dantesco no debe hacernos perder el sentido de por qué ocurren estos hechos. No va de cuántas personas han muerto, si 20 o 30, o de cómo han muerto (que también), esto va de violaciones de derechos humanos.

¿Por qué estas personas se marchan de sus casas? ¿Por qué abandonan a sus familias? ¿Por qué huyen de su país? ¿Por qué quieren entrar en el nuestro? ¿Por qué arriesgan sus vidas? No son preguntas banales. No se trata de personas violentas o delincuentes o que nos quitar lo nuestro, sencillamente quieren ejercer su derecho a la vida, una vida digna como a la que aspiramos cada uno y cada una de nosotros. Y para ello arriesgan su vida mientras son acusadas, perseguidas y objeto de violaciones humanas y de violencias tanto físicas como estructurales. Y muchas mueren en el intento, como hemos visto estos días.

Además, se les responsabiliza de su mala suerte y excusamos nuestra responsabilidad señalando a mafias que, como sabemos, también son utilizadas y financiadas por poderes políticos y económicos. Sin embargo, son acusadas de violentas por intentar asaltar de forma masiva una valla que nunca debería haberse construido, la valla de la vergüenza.

Oídas las declaraciones oficiales parece que las culpables de todo ello son ellas mismas por ser violentas, irresponsables y rompedoras del orden establecido. Además, hay felicitaciones por haber logrado frustrar el asalto, aunque de forma inhumana, porque lo contrario hubiera sido peor para nuestra seguridad, la defensa de nuestros derechos y, sobre todo, para mantener nuestro estatus y bienestar material. Muchos de quienes no hacen declaraciones aplauden o callan, sean políticos, periodistas, instituciones como también ciudadanos y ciudadanas.

Las entidades abajo firmantes, que orientamos parte de nuestra acción a la acogida y acompañamiento de personas de origen extranjero y que somos conocedoras de su situación y sus problemáticas nos sentimos indignadas y muy preocupadas. Nuestro espíritu cristiano, que nos lleva a estar al lado de las personas más vulnerables, a defender sus derechos y promover su dignidad humana, nos impele a no callar, a denunciar estas injusticias y vejaciones humanas y a actuar, haciéndonos cargo de la realidad por difícil que sea. Nos sentimos legitimadas para decir: ¡así, no! Estas acciones y declaraciones pertinentes no nos representan.

Queremos llamar a la ciudadanía a que nos acompañe para pedir más sensibilidad personal, más conciencia humana, más sentido fraterno para denunciar estas actuaciones, y para pedir a nuestros gobiernos que detengan la violencia estructural existente y que cambien las reglas de este orden mundial que no hace más que alimentar la emigración de miles y miles de personas y dificultar su tráfico. Formamos parte de los llamados países del primer mundo, con más riquezas materiales, pero no con mayor desarrollo humano. ¡Reflexionemos!

Por último, exigimos una gestión más humana del fenómeno migratorio, un mejor trato a las personas en el ejercicio de su derecho a la movilidad geográfica y un mayor respeto a las víctimas.