Ágora

Celsa, una industria catalana bajo la amenaza de la especulación financiera

Los fondos acreedores ponen en riesgo a una de las empresas industriales más importantes del país

La fundición Celsa, de Castellbisbal

La fundición Celsa, de Castellbisbal / Robert Ramos

Felip Puig

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El viernes al mediodía me vi sorprendido, como muchos barceloneses, por un importante atasco de tráfico en el centro de la ciudad, horas antes de la ya habitual operación salida de los fines de semana. Eran los trabajadores de Celsa, defendiendo sus puestos de trabajo y manifestándose ante la sede de una entidad financiera europea.

Celsa es una empresa familiar con más de 50 años de historia y está presente en 8 países diferentes, con más de 120 centros de producción, que hoy genera más de 10.000 puestos de trabajo directos, de los cuales 1.500 en Catalunya, y cerca de 70.000 indirectos. Celsa Group es el primer productor de acero circular y bajo en emisiones de Europa, recicla más de 8 millones de toneladas de chatarra, y produce cerca de 7 millones de toneladas de acero en hornos eléctricos, que son 9 veces menos contaminantes que los altos hornos tradicionales.

Es el primer grupo industrial privado de Catalunya, la primera empresa catalana de capital local en términos de facturación, y representa el 2,5% de nuestro PIB industrial. Sometida a un importante plan de reestructuración financiera después de la crisis de 2008, ha tenido que afrontar una bajada del 20% de las ventas en 2020, a causa de la pandemia del covid, y ahora está sufriendo el incremento de los costes energéticos. Aun así, en 2021 ha logrado la mejor facturación de su historia, por encima de los 5.000 millones de euros, un 25% superior a 2019.

Celsa tiene buenas perspectivas de futuro, con un compromiso de reinversión de sus beneficios, y con la voluntad de sanear su deuda. ¿Por qué, pues, esta protesta de sus trabajadores, y por qué contra fondos de inversión extranjeros?

Resulta que Celsa ha conseguido un crédito de 550 millones de euros de fondos europeos, a través del SEPI, para afrontar sus compromisos financieros, y se compromete a devolver las ayudas en siete años, a no repartir beneficios y a reinvertirlos en la empresa, y a aportar 50 millones de euros en una ampliación de capital de los socios.

Pero para la formalización de la ayuda europea necesita la conformidad de los fondos acreedores, que en 2018 compraron su deuda a los bancos... con un descuento superior al 50% de su valor. Y estos fondos, que no han invertido nada en estos últimos 3 años, que han estado cobrando cada año, quieren recuperar el 100% de la deuda que compraron pagando menos de la mitad. La concesión de la nueva ayuda exige, lógicamente, equiparar en el balance de la empresa el valor nominal de la deuda que compraron a los bancos al valor real de mercado que los fondos pagaron.

No tienen bastante con el retorno de la inversión (y sus intereses) que pagaron a los bancos, con un descuento superior al 50%, sino que exigen el 100% de aquello que no pagaron, y además pasar a controlar la empresa y su Consejo de Administración.

Con esta exigencia, los fondos acreedores, buena parte de ellos de carácter especulativo, ponen en riesgo a una de las empresas industriales más importantes del país. Parece lógico que estos fondos también tienen que compartir sacrificios, y más aún si no han pagado ni la mitad de la deuda que ahora reclaman en su totalidad.

El dilema entre la industria real y la economía financiera tiene que resolverse a favor de Celsa y su continuidad. Una sociedad industrial como la catalana, con más de un 98% de pequeñas y medianas empresas, necesita también de grandes empresas como las que tenemos en sectores como la siderurgia, la automoción, la química, la farmacéutica o la agroalimentaria.

Nuestra vocación industrial, turística, logística y de servicios, necesita de grandes empresas e industrias arraigadas en el país, como Celsa, que ofrecen trabajo a miles de empresas proveedoras, que apuestan por la economía circular, la reducción de emisiones, la exportación y la internacionalización.

Ahora que estamos empezando a relocalizar empresas e industrias que vuelven a Catalunya, sería muy paradójico que la ingeniería financiera de fondos especulativos, que nunca han conocido el compromiso y sacrificio de crear, mantener y hacer crecer industrias manufactureras, impidiera que empresas como Celsa puedan recuperar su competitividad, garantizar la continuidad de miles de puestos de trabajo, y continuar contribuyendo a la sostenibilidad y viabilidad de la economía de nuestro país.

Invertir en fondos y productos financieros, que buscan rentabilidad de sus inversiones industriales, no solo es legítimo sino que puede ayudar a aportar capitales a proyectos empresariales. Pero la especulación financiera tiene que compartir los sacrificios en momentos de dificultad, y ajustar sus expectativas, más cuando no comparten pérdidas, sino que, como mucho, tienen que moderar sus beneficios.