Artículo de Desirée de Fez

Desmitificar a los maestros

La duda razonable no está reñida con la admiración más honesta y genuina

La isla de Bergman

La isla de Bergman / Archivo

Desirée de Fez

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Uno de los debates cinematográficos (extensible a otros ámbitos) de los últimos años gira en torno a la pertinencia o no de observar las obras del pasado desde una perspectiva contemporánea. ¿Es buena idea? ¿Es justo arrojarle a una película de hace 40 años las preocupaciones del presente? ¿Es más razonable analizarlas teniendo en cuenta el momento en que se hicieron? ¿O es posible encontrar un término medio, leerlas en su contexto pero siendo conscientes de que lo que está mal ahora es más que probable que también estuviera mal entonces? Estas y otras cuestiones han sido abordadas los últimos años en abundantes artículos periodísticos, charlas en eventos especializados (festivales, cursos) y, por supuesto, redes sociales. Evidentemente, por la complejidad, la cantidad de matices del asunto y la novedad del enfoque (siempre se ha releído el pasado, pero me atrevería a decir que la necesidad imperiosa de juzgarlo desde una óptica presente es bastante nueva), hay opiniones variadas y para todos los gustos.

La próxima semana se estrena 'La isla de Bergman' (2021), una de las últimas películas de Mia Hansen-Løve. Cuenta la historia de una pareja de cineastas (Vicky Krieps y Tim Roth) que se instalan en Fårö, la isla donde Bergman pasó una etapa de su vida, con el objetivo de encontrar la inspiración en el escenario que acogió y alimentó al director sueco. Como todo lo que ha hecho la directora de 'Un amour de jeunesse' (2011), es una película magnífica que llama a muchas puertas: la de la relación entre el arte y la vida (y cómo se retroalimentan y condicionan), la de la fragilidad de la inspiración, la de los amores verdaderos que no podrán ser o la de conciliar la maternidad y todo lo demás. Hay mil lugares desde donde abordarla. Pero, a efectos de este artículo, me interesa especialmente porque, con delicadeza, 'La isla de Bergman' también se pregunta, a través del personaje de Vicky Krieps, cómo miramos con los ojos del presente el cine del pasado y a sus maestros. Hay una escena específica en la que la protagonista formula sus dudas en voz alta y no acepta todas las respuestas. Me interesa mucho que las preguntas que recogía al inicio de esta columna no sean exclusivas de los que vemos o analizamos las películas. Es excitante y enriquecedor que ese debate cale también en los que las hacen y se atrevan a exponerlo en sus trabajos. Es valiente, arriesgado y valioso que sus acercamientos a los cineastas que les han marcado se muevan entre la admiración genuina y la duda razonable.

En 'La isla de Bergman', tanto Mia Hansen-Løve como su alter ego (Krieps) aman las películas de Bergman con toda su alma, pero eso no les impide cuestionárselo desde su presente. Y, por las críticas que he leído, tengo la intuición de que François Ozon ha hecho algo similar con su admirado Fassbinder en 'Peter von Kant' (2022). Es profundamente enriquecedor que, en un momento de desorientación, cineastas de este calibre rechacen el elogio frontal y demuestren que la desmitificación con conocimiento de causa no está reñida con la admiración más honesta y genuina.

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