Pros y contras | Artículo de Josep Maria Fonalleras

De las 'boutades' y las reflexiones inteligentes de Albert Serra

¿Puede el arte ser transgresor sin ser político? ¿No es el arte puro una forma de política?

Albert Serra, tras la presentación de 'Liberté' en Cannes

Albert Serra, tras la presentación de 'Liberté' en Cannes / periodico

Josep Maria Fonalleras

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No descubro nada si digo que Albert Serra es un personaje singular, un tipo que genera amor o animadversión, odio o admiración extrema. No existe un término medio. Tanto por las películas que hace como por los comentarios que suelta y que exhiben un ego esplendoroso que se concreta siempre en comparaciones con el resto de la Humanidad que no es Albert Serra. La relación con el cineasta depende del momento. Yo, por ejemplo, me he levantado de una obra de teatro que dirigió porque me pareció una auténtica tomadura de pelo, sin sustancia ni forma ni nada. En cambio, retengo en la memoria escenas de su película 'El cant dels ocells' como algunas de las imágenes más memorables que he visto nunca. Ahora coloca en un plato de la balanza, el cine (o el arte) acomodado a una lección humanista y progresista, didáctico. En otro, el transgresor, el innovador, alejado de la simplicidad, el que no quiere transmitir mensajes, sino plantear dudas y complejidades, hallazgos visuales que se explican solos, autónomos, sin el lastre de la ideología. ¿Puede el arte ser transgresor sin ser político? ¿No es el arte puro una forma de política? Es inteligente. Esta es, ahora, su lucha: entre la ética y la estética.

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