Una misteriosa desaparición

Pau Arenós

Coordinador del canal Cata Mayor

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Juan Tallón miente

El museo Reina Sofía no explica que la escultura de Richard Serra fue robada ni que lo que exhiben es una copia

Obra de Richard Serra

Obra de Richard Serra / Pau Arenós

El escritor Juan Tallón miente. Se lo digo al conocerlo una mañana en la que en Barcelona llueve como en Santiago de Compostela, pero sin saber llover. Lo suelto de una forma abrupta y con una familiaridad que no tenemos: “Juan: mientes y lo voy a contar en un artículo”. A lo que él, con el paraguas cerrado y la gabardina abierta, responde: “Pues escribiré una carta al director”.

La cuestión –los articulistas serios comienzan así: la cuestión– es que he leído ‘Obra maestra’ y me parece que el título responde al contenido. Lo digo ya y aquí, ante notario, sin haber consultado una casa de apuestas, que es el nuevo oráculo: es uno de los libros del año y, estupendo y desinhibido, añado también que de la década.

El caleidoscopio que el orensano ha armado para narrar la (imposible) desaparición de la escultura de Richard Serra de título sincopado (‘Equal-Parallel:Guernica-Bengasi’) y peso intimidatorio (38 toneladas divididas en cuatro piezas) es de una gran complejidad, tanto de ritmo como de contenido, en el que una pieza fuera de lugar habría dado una imagen borrosa, astillada.

El caso es, además de misterioso e impactante, descorazonador porque el museo Reina Sofía, que fue quien la encargó y donde estuvo expuesta, usó dinero público para adquirirla, es decir, de todos y de nadie y no me parece ese dispendio el asunto menor en la gigantesca opereta. Trasladada a un almacén –y olvidada por esa burocracia que maneja nuestra pasta y que tal vez sería más cuidadosa si fuera suya– un día hizo ‘puf’ y nunca más se supo.

Una serie de voces, unas reales y otras, imaginadas, sirven a Tallón para explicar esta historia de escapismo artístico y a todas les da el mismo tono verosímil gracias al trabajo de topo del periodista y al de minero del escritor. Cuenta a Serra, la fría pasión por el acero, y cuenta a policías, chatarreros, marchantes, metalúrgicos, al personal del museo… Y también la abracadabrante historia de Macarrón, qué nombre, la empresa a quien se la dejó en depósito y a la que nunca pagaron por custodiarla.

El escritor gallego Juan Tallón, en Madrid.

El escritor gallego Juan Tallón, en Madrid. / José Luis Roca

Impulsado por la fuerza de la novela, aprovecho un viaje a Madrid para ir al Reina Sofía, principalmente porque se encuentra cerca del hotel: que tampoco Tallón crea que me he esforzado mucho. Y allí donde debería haber habido una habitación vacía –esa sí que habría sido una impactante obra de arte: la nada– se encastilla ‘Equal-Parallel:Guernica-Bengasi’. No la original, que sigue desaparecida, sino la que Serra hizo después en sustitución. Por eso afirmo que Tallón miente (el diligente lector comprenderá que es un truco) porque la obra está, aunque tendría que decir que quien disimula es el museo.

En un cartelito en la pared: “Equal-Parallel:Guernica-Bengasi. 1986. Acero corten laminado en caliente”. Este asunto turbio, sólidamente turbio, ¿no merece una aclaración? ¿No deberían explicar qué ocurrió? ¿Qué sentido tiene ocultar algo que es público, con las 38 toneladas en paradero desconocido desde 2006 y a lo mejor convertidas en cuchillitas de afeitar?

Tengo otra pregunta: la acción de Serra de crear un segundo ‘original’, ¿no hace trizas la palabra? ¿Original no es solo uno y el resto son copias?  La simultaneidad de originales, ¿no devalúa la creación y deja al espectador con cara de tonto? Insisto: es más honesto exponer la invisibilidad.

La sala es enorme y estoy solo. Serra piensa sus trabajos teniendo en cuenta dónde los plantará, así que bloques y ventanas se armonizan. Paso un rato para demostrar que estoy interesado. Entretanto, una pareja de asiáticos y otra de europeos: circulan rápido, no como yo, que me hago el experto porque he leído un novelón de 320 páginas. Decepcionado, pensaba que los admiradores harían cola para tocar este Serra que no existe. Analizado en esos términos, estoy ante un milagro. 

Hago fotos, deambulo, escucho por si el acero me habla, observo las manchas de óxido en el suelo, demostrando la integración de la escultura en el espacio. ¿Esas manchas son una ampliación del objeto artístico, tienen precio, las puedo pisar? Me largo con toneladas de desconcierto.

Llego al final del texto denuncia. Ahora, Juan Tallón, protesta si quieres y escribe esa carta al director.     

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