Entrevista

Juan Tallón: "'Obra maestra' es como una película de Hitchcock y un homenaje a mi paciencia"

Entre la realidad y la ficción, el autor novela la desaparición del Reina Sofía de una escultura de 38 toneladas de Richard Serra

El escritor Juan Tallón durante la entrevista FOTO JOSÉ LUIS ROCA

El escritor Juan Tallón durante la entrevista FOTO JOSÉ LUIS ROCA / José Luis Roca

Juan Cruz

Juan Cruz

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Sin vuelo en el verso, como hubiera dicho José Hierro, este hombre que se parece a Peter O´Otoole, Juan Tallón, ha escrito con el pulso que demostró en 'Rewind' una obra maestra (de la literatura, de la paciencia) que titula precisamente 'Obra maestra'. Como la anterior, esta ha sido publicada por Anagrama y ya anda por las mesas de quienes ojean el cine o las series internacionales. El asunto de esta sorprendente obra de arte de la realidad y de la ficción trata de un suceso que quizá no se aclare jamás: ¿cómo pudo desaparecer de los dominios del Reina Sofía una escultura de 38 toneladas de hierro del artista norteamericano Richard Serra? El hecho se descubrió en 2005, él lo lleva investigando desde el principio de la pasada década y el resultado es este libro en el que se asiste (con su propia inventiva de novelista o como un paciente reportero) de 73 personajes, reales o mejores, que tuvieron que ver con aquella desaparición única en la historia. Como la novela que lo cuenta. Tallón nació en Vilardevós, Orense, en 1975, y se sienta ante el periodista vestido con camisa blanca, flaco como aquel actor irlandés al que se parece. 

Este libro es un homenaje a la paciencia.

Yo creo que es un homenaje a 'mi' paciencia. Es un acto de insistencia, de locura también.

¿Por qué insististe?

Porque creo que es una historia fascinante. Pero no hallaba el modo de contarla. Y eso me provocaba una obsesión. Una obsesión que a veces había que aplazar porque tenía que escribir otros libros. Porque si no… escribiría un libro cada 10 años.

¿En qué momento decidiste seguir?

A finales de la década pasada. Cuando, en 2006, se conoce que la escultura no aparece, me quedo impactado y no se me olvida. Se me quedó ahí, como una tuerca suelta que hace un ruidito molesto. En 2009, cuando fui al museo, dije: tengo que escribir sobre esto. Pero el gran momento ocurre casi 10 años después, cuando después de mucho trabajo de documentación, de recoger testimonios, de bucear en la hemeroteca, de consultar bibliografía… llegó el instante en que por fin vi el modo de contar esta novela y de superar lo que me parecía insuperable: cómo gestiono algo que tiene tanto misterio al principio. Me gusta pensar que mi caso es parecido al de Alfred Hitchcock con 'El naufragio de Mary Deare', una película que nunca pudo rodar. Era la historia de un buque que descubren en mitad del Atlántico y que cuando suben a él ven que está abandonado y, sin embargo, los motores están calientes todavía, no hay señales de vida, pero han desaparecido los botes salvavidas. Hitchcock no pudo rodar esa película porque había demasiado misterio, es decir, empezaba demasiado arriba. Pues yo sentí que pasaba eso con mi novela: que tocaba techo ya en el primer capítulo. Una escultura de 38 toneladas desaparecía como si fuese ligera y me era difícil gestionar esa cantidad de asombro. Bueno, tardé pero encontré el modo de mantener el misterio a lo largo de las 300 páginas que tiene la novela.

Creo que la lectura del libro evidencia el gran trabajo que ha habido detrás. En términos de horas, eh

¿Cómo?

Generando una novela que no está gobernada por un narrador o por una voz, sino que se apoya en testimonios de 73 voces y cada una proporciona un tipo de información que no proporciona ninguna de la que le precede, que proporciona algo específico.

¿Y cómo conseguiste que esas personas no se repitieran?

Haciendo un trabajo que no se ve o, digamos, un trabajo desechado. En el proceso de corrección de la novela me di cuenta de que alguien repetía alguna cosa o que parte de lo que decía no aportaba ningún valor. Entonces, ese proceso de depuración permite quedarse con lo que es único.

¿Qué dice de ti este libro?

Mmmm…Bueno… creo que… Que habla de más de 10 años de trabajo. Creo que la lectura del libro evidencia el gran trabajo que ha habido detrás. En términos de horas, eh. El tiempo. Toda la investigación. Y puesto que uno de los capítulos está narrado por el autor, ahí dejo ver lo que implica el trabajo de escribir.

He tenido claramente la sensación de estar arriesgando

¿Qué aprendiste de ti mismo haciendo todo ese trabajo?

Aprendí que es un acierto escribir el libro que al principio ves imposible. Me parece que tiene mérito lograr hacer lo que al principio crees que no sabes hacer.

En ese proceso de investigación y escritura, ¿has tenido miedo en algún momento?

No. He tenido claramente la sensación de estar arriesgando, eso sí. Es un doblar la apuesta respecto al libro anterior. Es algo que le oí una vez a César Aira: cada nuevo libro ha de doblar la apuesta del anterior. Y al arriesgarte… puedes perderlo todo. Pero eso es muy motivador.

Juan, hacer una escultura es menos complejo que hacer una novela como esta.

Bueno, digamos que hacer una escultura no es fácil. Antes de hacerla, tú necesitas la idea de esa escultura. Y a veces esa idea es el resultado de muchos años. O sea: que también es complicado. Y yo pienso que escribir una novela es un poco más fácil.

Juan Cruz entrevista a Juan Tallón

Juan Cruz y Juan Tallón durante la entrevista. /

La escultura desapareció y ahora revive en palabras. Tú has escrito una escultura, por así decirlo. 

Yo he hecho una metáfora de la búsqueda, del deseo de saber, de querer obtener una respuesta, algo que es el motor de todo mundo. La novela recorre todo ese proceso de búsqueda.

¿Qué te enseñaron todos los testimonios que recabaste acerca de los distintos oficios?

Que todos tenemos una forma particular de mirar. Y eso me ha permitido agitar la forma de acercarse al gran personaje de la novela: la escultura. Pero me di cuenta de que los testimonios más interesantes no son tanto los de los expertos en arte, sino los de un chatarrero, un camionero, un taxista… incluso el de una terrorista.

Impresiona el testimonio de la terrorista, sí.

Es que ese, en particular, es un testimonio que he trabajado con el contexto. Ella pertenece a ETA y, para hacer ese personaje verosímil, tienes que hacerlo razonar y expresarse como alguien que realmente pertenece a esa banda terrorista. Hay que documentarse y hacerse un ejercicio casi actoral: tú como autor tienes que hacer de terrorista.

Uno no puede conocer absolutamente todos los pasos de la escritura. Tengo que desconocer algo

¿Qué es lo que más te impresionó de ese personaje?

Su forma de vivir en una mundo paralelo, su falta de sentido común. Su odio.

Ahí se nota una distancia y eso es, también, una manera de introspección, ¿no?

Es obvio que yo no he entrevistado a todos los personajes. Pero con los que hablé les hice saber que iba a escribir una novela y no una crónica periodística. Que yo iba a tomar en cuenta lo que me dijeran, pero que también iba a ficcionalizar. Y fueron muy generosos al aceptar.

O sea: ¿aquí hay personajes de ficción que son reales?

Exacto. Hay personajes reales de los que yo invento su testimonio, pero intentando mantenerme más o menos fiel a lo que dijeron para mantener la verisimilitud de la historia. Y después hay personajes completamente inventados, que no existieron. Pero que son auténticos.

Todos los personajes dan de sí relatos cortos. Y uno puede interpretar que todo es real, menos alguna cosa. Como en los relatos.

Sí. Aisladamente los testimonios son pobres. Pero sumados y puestos uno detrás de otro, se reivindica o se capitaliza su aparente pobreza como riqueza.

¿Cómo estableciste la relación de los testimonios?

Digamos que yo no empecé a escribir con las 73 voces decididas. Tenía unas cuantas. Pero esa es la necesaria aventura de la escritura: uno no puede conocer absolutamente todos los pasos de la escritura. Tengo que desconocer algo. Así se me fueron ocurriendo nuevas voces. Unas de entrevistados y otras basadas en la imaginación.

¿Y cómo llegaste al estilo, al tono, a ese ritmo que se mantiene a lo largo de todas las páginas?

Es que esta novela tiene un solo personaje: la escultura. Bueno, quizá su creador también. Todos los demás no son exactamente personajes, son voces que prestan testimonio del personaje principal de la novela. O sea: la escultura es la que genera esa música común, la que une todo.

Es la historia general de un robo que se convierte en una novela llena de testimonios. Es un libro insólito como la escultura. Pero, ¿la última línea de tu libro es una insatisfacción o es una interrogante?

A ver: es la satisfacción de mantener un interrogante más allá de la novela. Es un robo sin ladrón. Y hay muchas cosas que no sabemos de la escultura. Y ese misterio y asombro está a lo largo de todo el libro y quiero que se mantenga, incluso, después. Es decir, no es un libro cerrado.

¿Cuál es tu hipótesis personal sobre lo que pasó con la escultura?

Bueno, yo soy escritor y un poco esclavo de la ficción y de la imaginación. Entonces yo quiero pensar que la escultura no va a aparecer nunca y que mientras no aparezca será bellísima la historia de esa escultura. Porque si apareciese… yo creo que me pondría triste. Porque el misterio se habría revelado. Y la revelación del misterio es siempre inferior al misterio. Mientras no aparezca, la escultura está viva.

El escritor Juan Tallón durante la entrevista.

El escritor Juan Tallón durante la entrevista. / José Luis Roca

Ese robo es, también, un retrato de este país y de su relación con el arte.

Claro. Yo creo que la novela captura un momento de este país. Un país que sale de la dictadura, se adentra en la democracia y entonces sus creadores empiezan a promocionar el arte. Pero al principio las instituciones creadas para tal fin estaban desorientadas, tenían disfunciones, dejación de responsabilidades, negligencias. Por eso ocurre la desaparición de una escultura.

Si no hubiese errores probablemente no ocurriría nunca nada

¿Cómo calificas la gestión sentimental que hizo el propio autor de la escultura?

Bueno, yo creo que el autor fue generoso. Y fue elegante. Porque no se le escuchó una palabra hacia el museo que enfatizase su negligencia. Y se buscó una fórmula para atajar el desprestigio que produce un suceso de este tipo: decir que la copia de la escultura que iba a crear era un original.

¿Qué significado tiene para ti hoy el descuido o la negligencia como metáfora de este país?

Mi novela no quiere plantearse eso. No es un juico al error o a los errores. La vida humana es imposible sin el error humano. Si no hubiese errores probablemente no ocurriría nunca nada. En todo caso, la novela es un ejercicio de búsqueda del relato de algo que fue una negligencia. Pero mi novela no juzga.

Si hoy te encontraras con Richard Serra, ¿qué le preguntarías?

Le preguntaría si ha cambiado la idea del destino que tuvo su escultura. En algún momento él dijo que su escultura ya no existe, pero la materia prima de su escultura quizá se convirtió en objetos diferentes: una cuchilla, la pata de una silla… Es decir, que la escultura murió pero su alma está viva.

¿Lo buscaste?

No. Ni siquiera lo intenté. Me pareció que no debía satisfacer esa vanidad de decir he entrevistado a este artista. Me pareció más útil consultar entrevistas de terceros a Richard Serra.

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