Opinión | Análisis

Rafael Tapounet

Rafael Tapounet

Periodista

El Clásico femenino, un partido cuántico

Las jugadoras del Barça celebran el 1-0 marcado por Mapi León al Madrid en el Camp Nou.

Las jugadoras del Barça celebran el 1-0 marcado por Mapi León al Madrid en el Camp Nou. / FCBARCELONA

Tardó un poco en llenarse el Camp Nou para ver el Clásico femenino porque si hay algo verdaderamente clásico es que el público del FC Barcelona llegue con retraso a los partidos de su equipo. Pero el estadio se llenó. Y es imposible exagerar la importancia que este hecho tiene para la historia del club y para la historia del fútbol femenino en todo el mundo. Cualquier cosa que aquí se diga, cualquier expresión de asombro o de felicitación, se quedará muy corta, porque estamos hablando de un salto de naturaleza cuántica, y ya se sabe que los fenómenos cuánticos son muy difíciles de entender y aún más difíciles de explicar.

En esa “charla motivacional” que Carles Puyol dio a las jugadoras del Barça el pasado lunes antes del encuentro con el Real Madrid -un ‘mansplaining’ de manual, pero vamos a dejar ahora eso-, el eterno capitán del Pep Team apeló a su propia experiencia para asegurar que “lo más difícil es ganar después de ganar”. El mensaje estaba sin duda cargado de buenas intenciones, pero quizá Puyol perdió de vista que las futbolistas azulgranas a las que se dirigía ya habían conseguido en sus carreras deportivas algo bastante más difícil que ganar después de ganar: habían hecho visible una realidad, la del fútbol practicado por mujeres, que hasta hace dos días era absolutamente invisible.

Cómo podría Puyol hablarle de retos y dificultades a Melanie Serrano, que pisó el césped del Camp Nou en el minuto 81 para jugar ante 91.553 espectadores después de haberse pasado años y años defendiendo los colores del Barça en las instalaciones de la antigua Ciutat Esportiva con una media de asistencia a los partidos de 200 personas (300 en los días buenos). Al lado de eso, ganar un partido, o incluso un título, parece hasta fácil.

Haberse puesto a la cabeza de ese salto cósmico del fútbol femenino con iniciativas como la de disputar la vuelta de los cuartos de final de la Champions en un Camp Nou lleno es uno de esos logros de los que el aficionado barcelonista puede, y debe, sentirse legítimamente orgulloso. Y si además se gana, como decía el viejo chiste, la cosa ya es la hostia. 

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